sábado, 29 de septiembre de 2012

Capítulo 5: La magia acaba de llegar a la ciudad


Nadie les abrió la puerta. Habían cruzado el espeso jardín rodeado de matojos mal podados y malas hierbas, y se encontraban delante de la gran puerta negra, aguardando a que alguien viniera. De nuevo Freesia volvió a dudar de Pensamiento.
-¿Seguro que esta es tu casa?-el edificio rezumaba abandono por todos los muros y paredes, alguien había escrito con pintura alguna frase ilegible en la pared frontal, y muchas ventanas estaban rotas, con cristales tirados por los suelos, además de la basura que se esparcía a su alrededor.
-Seguro.-el niño asintió varias veces con la cabeza.
Freesia suspiró y volvió a golpear la puerta con los nudillos, esta vez con más insistencia, haciendo que tiras de pintura desconchada se desprendieran de la madera. Al ver que no obtenían respuesta, la chica se cruzó de brazos y se apoyó contra el muro.
-¿Con quién vives?-le preguntó a Pensamiento, que estaba enredando uno de sus piececitos en una flor mustia.
-Con mi mamá, y con Pétalos.
-¿Quién es pétalos?
-Mi gatita. Acaba de tener gatitos, ¿sabes? Son cuatro, aunque aún no les he puesto nombre a todos, y hay dos marrones uno gris y uno muy blanco muy blanco, como la nieve y… ¡Oh! ¿Me compras un helado?
El niño señaló a un camión pintado de rosa que se acercaba calle abajo haciendo sonar una musiquilla infantil.
-Pero si hace mucho frío.-dijo Freesia.
-¿Frío? ¡Qué va! Venga, venga, ¡cómprame un helado, por favor! ¡Venga, venga, Fezia un helado, sólo uno!
La chica suspiró y asintió con la cabeza.
-Está bien, pero sólo uno, y pequeño, no quiero que te pongas malo ni nada de eso.- “Ya tengo bastante con aguantarte para que ahora enfermes”, pensó, pero no lo dijo. No quería herir los sentimientos del pequeño.
Se acercaron al camión, que había aparcado al lado de la acera, para atender a un par de niños que agitaban sus manitas al aire con las pocas monedas que les habían dado.
Se pusieron a la cola, y Freesia rebuscó en su mochila hasta dar con el pequeño bolsito en el que llevaba las monedas.
Estuvieron esperando unos cinco minutos hasta que Pensamiento pudo pedir su cono de fresa.
-¿Tienen de merengue?-le preguntó la chica al heladero, un hombre de aproximadamente unos cincuenta años con un bigote espeso y canoso y con cara afable.
El hombre asintió.
-Pues póngame uno. Pequeño.-el heladero volvió con su pedido y Freesia lo pagó todo. El helado de merengue siempre había sido su favorito. En realidad, el helado era lo que más le gustaba de todo. Pero en ese momento, cuando le dio el primer lametón, se sintió mal. De repente se entristeció, su cabeza se llenó de recuerdos. Recuerdos de tiempos mejores, de tardes de helado, de mañanas de helado. De días de helado, con sus padres. El de merengue también era el favorito de su madre. Y sin que pudiera evitarlo, una lágrima salada rodó por su mejilla hasta aterrizar en su jersey. Pensamiento se dio cuenta y se giró para mirarla, preocupada.
-¿Te pasa algo?-estaban sentados de nuevo en la verja junto a la casa del niño, a la espera de que alguien viniese. El chiquillo tenía la cara cubierta de helado rosa y pegajoso.
Freesia negó con la cabeza.
-No es nada, tranquilo.
Se quedaron en silencio unos instantes, los dos sumidos en sus pensamientos, hasta que Pensamiento volvió a hablar.
-Tú no eres de aquí. ¿A qué no?
Ella negó con la cabeza.
-No, soy del Jardín de Verano.
El niño abrió mucho la boca y esbozó una sonrisa amplia.
-¡Ahí va! ¿Y por qué estás aquí?
Freesia esbozó una mueca y se quedó callada. No le apetecía nada hablar del tema, y menos con aquel crío que acababa de conocer. El niño rápidamente se dio cuenta de que no iba a responderle.
-¿Es un secreto?
La chica sonrió tristemente.
-Sí, se puede decir que sí.
Pensamiento volvió a sonreír.
-¿Y me lo vas a contar?
-Algún día.
-¿Vas a quedarte en el Jardín de Otoño? ¿Con nosotros? ¿En este pueblo?-Freesia le acarició los rizos cariñosamente y negó con la cabeza.
-Me parece que no. Mi tren se ha averiado y tendré que pasar aquí una o dos noches. En realidad voy al Jardín de Invierno.
Al oír esto, el niño volvió a abrir la boca y señaló con el dedo índice hacia el cielo, moviéndolo de un lado a otro, como dándose razón a sí mismo.
-Sí, ya me acuerdo. Violeta… No, fue la otra, la que no sé cómo se llama. Me dijo que un tren de otro jardín se había parado enfrente del pueblo y… ¡oh!
-¿Qué pasa, Pensamiento?-le preguntó la chica, pasándole un brazo por los hombros.
-¡Es allí a dónde iban!-siguió agitando el índice en el aire.-Cuando se fueron. Te engañaron, no iban a casa, por eso tardan tanto.
-¿Ah, sí?-Freesia ya se imaginaba algo así. Pero no lo entendía demasiado bien.-Pero, ¿quieres decir que han ido al tren? ¿A qué?
Pensamiento agitó la cabeza de un lado a otro, y miró a la chica como su fuese rematadamente tonta.
-No, no. Al tren no. Al mago.
Fressia cada vez entendía menos. ¿Mago? ¿Qué mago?
-No sé a lo que te refieres. ¿Un mago?
El niño resopló, exasperado. Daba por hecho que todo el mundo sabía de aquel extraño mago.
-Sí, venía en el tren. Me lo dijo Violeta, y esta vez sí fue ella.-se rascó la cabeza.- ¿Oh no…? Bueno, da lo mismo.
-¿Y cómo lo sabían?-¿es que había alguien por ahí pregonando a los cuatro vientos la identidad de cada pasajero?
Pensamiento se encogió de hombros y le dio un lametón a su helado. El de Freesia estaba prácticamente derretido y ella apenas lo había probado.
-¿Y cómo se llama el mago?
-No lo sé. No me acuerdo-“Este niño no brilla por su buena memoria”, pensó Freesia.-Empezaba por zeta. Algo como Zusk, o Zisk, o Zas. ¡Zacharias! No, no era Zacharias. ¿Cómo era? Jopé. A ver, tengo que pensar.
El niño se acarició el mentón unos instantes. Entonces a la chica se le vino a la cabeza, de repente, y sus palabras salieron de su boca antes incluso de haberlas pensado.
-¿Zache?-el niño abrió mucho los ojos y sonrió, y esta vez su dedo en movimiento la señalaba a ella.
-¡Era eso! ¡Zache! Claro… ¿Lo conoces?
Freesia negó con la cabeza.
-No.
-¿Y cómo es que sabías su nombre?
-Casualidad. Zache es un nombre muy común, todo el mundo lo sabe.
-No, no lo es.-puede que no tuviera una memoria de elefante,  pero Pensamiento era espabilado.-Lo conoces. Venía contigo en el tren.
-Pues será por eso, lo habré escuchado por los pasillos o algo así.
El niño asintió, pero Freesia advirtió que no se daría por vencido tan fácilmente.
Tenía que pensar, su mente estaba hecha un lío. ¿Zache, un mago? ¿De esos de los trucos de hacer desaparecer palomas y cortar a la guapa ayudante por la mitad? A Freesia no le había parecido ese tipo de persona. Si se paraba a pensar, tampoco es que Zache le recordara a ningún tipo de persona en concreto. Pero desde luego, a un mago, a un feriante, no. ¿Y cómo es que aquellas niñas sabían que estaba en el pueblo, apenas dos horas después de la avería del tren? Aquello se ponía cada vez más extraño.
-Pensamiento…-iba a preguntarle algo más, pero en ese momento vio que alguien se dirigía hacia ellos.
Era una mujer alta y esbelta, con una cabellera rizada y cobriza al viento, y unos rasgos finos y delicados. Si fuese vestida como tal, parecería una princesa. Pero llevaba unos pantalones raídos y manchados y una camiseta demasiado grande para ella llena de lo que parecían manchas  de aceite.
-¡Mamá!-gritó Pensamiento, y fue corriendo a abrazarla. La mujer le devolvió el abrazo. Luego se fijó en Freesia, que aguardaba tras la verja del jardín.
-¿Es tu amiga?-preguntó la mujer. Tenía una voz alegre y argentina, y unos labios carnosos y rojizos. Era verdaderamente hermosa.
-Sí.-Pensamiento sonrió.-Se llama Fezia. Es del Jardín de Verano, pero no sé por qué está aquí, es un secreto.
La mujer sonrió,  se acercó a la chica y le dio un beso en la mejilla.
-Hola, yo soy Ixia. Perdona por ir así vestida, es que acabo de volver de trabajar.
-No importa, encantada.
Ixia le sonrió dulcemente, y luego miró a su alrededor. Después, dirigió la vista a Pensamiento con preocupación.
-¿Dónde están tus primas?
-¿Eh?-el niño parecía estar en otro mundo, y miró a su madre con extrañeza.
-Violeta y Erica.
-¡Ah, con que se llamaba así!
La madre puso los brazos en jarras y miró severamente a su hijo.
-Sí, son tus primas, estaban aquí contigo, ¿recuerdas? Te cuidaban mientras hacía las horas extra.
El niño se rio.
-¡Pero si ya se lo he dicho a Fezia!-exclamó, como si con contárselo a ella todo el pueblo estuviese ya enterado.- Se han marchado, por eso estoy con ella. Se ha quedado cuidándome, y me ha comprado un helado. ¿Quieres?
Freesia pudo comprobar que Ixia estaba perdiendo la paciencia. Daba golpecitos al asfalto con la punta del pie, nerviosa.
-No, no quiero. Ahora dime, ¿a dónde se han ido tus primas?
-¡A ver al mago, ya lo he dicho! Al mago que vino en el tren, a Zacharias.
-Zache.-le corrigió Freesia automáticamente.
-Eso.-murmuró Pensamiento.
La mirada de Ixia se ensombreció al instante, y bajó la vista. La chica la miró preocupada, y se acercó prudencialmente a la mujer.
-¿Está bien?
La mujer volvió a alzar la vista, y pudo comprobar que de sus ojos avellana caían gruesas lágrimas que se  deslizaban por sus sonrosadas mejillas. Se las limpió al instante con el dorso de la mano, y asintió.
-No se preocupe, Pensamiento ha estado bien. Yo le he cuidado.
-No es por eso.-la voz de la mujer era lúgubre.
Esbozó una media sonrisa y abrazó a Freesia, lo que pilló a la chica un poco por sorpresa.
-Gracias, en serio. No tenías por qué haber cuidado de mi hijo, y siendo como es él… Te lo agradezco enormemente.-le susurró al oído.
Cuando su abrazo de deshizo, el rostro de Ixia volvía a ser vivaracho y alegre, como si nada hubiese pasado.
-Venga, te invito a entrar. Ya sé que tengo la casa un poco descuidada, pero últimamente no tengo tiempo para nada.
Atravesó el jardín en dirección a la puerta mientras sacaba un juego de llaves de una riñonera de plástico.
Freesia la siguió, acompañada de Pensamiento, que le cogió de la mano. Aún tenía tiempo antes de la cita con Zache, y tenía que prepararse mentalmente antes. Lo primero, el extraño joven le debía una explicación, o más de una. Y lo segundo… Freesia no sabía muy bien cómo expresarlo, pero era una sensación extraña que sentía cuando estaba con él, y que hacía que le sudasen las manos y se pusiera nerviosa. Zache tenía un aura extraña y… Bueno, no era que le gustara ni nada parecido, era algo distinto, más profundo.
Se pararon ante la puerta negra mientras Ixia giraba las distintas llaves dentro de los distintos cerrojos que había colocado. Cuando terminó, la puerta se abrió con un chirrido y Freesia aguardó a que Ixia pasase antes de entrar ella con Pensamiento de la mano. Estaba todo oscuro, y la mujer apretó con un interruptor que lo iluminó todo al instante.
La casa no era grande, para nada. No tenía habitaciones, estaba todo en la misma planta, salvo por una puerta que conducía a lo que Freesia supuso que sería un cuarto de baño. Pero aún así, todo era hermoso. En el ambiente se respiraba calidez y comodidad, y el mobiliario parecía estar exactamente en el sitio adecuado. A su derecha se encontraba un pequeño sofá de aspecto mullido, con gran cantidad de cojines de todos los diseños y colores esparcidos sobre él. Había también una mesita central de cristal. Una lámpara de pie dorada con flecos iluminaba desde un rincón el pequeño espacio, y las paredes estaban cubiertas de cuadros y estanterías llenas de libros y extraños amuletos de madera.
Más al fondo estaba la cocina, equipada con una encimera, un horno, unos fogones y una mini-nevera.
Al fondo a la izquierda había un ventanal enorme que Freesia no había visto desde el exterior. Al lado de éste había una cama redonda y que parecía muy cómoda, a su vez cubierta de cojines y de peluches de distintos animales. La cubría desde el techo un atrapa mosquitos translúcido de color amarillento decorado con flores, y a su alrededor iluminaban farolillos que brillaban intensamente.
En el centro de la sala estaba lo que podía ser el comedor, con una mesa grande de madera, en la que reposaba un florero de cerámica.
Freesia contempló todo con admiración, y se dijo a sí misma que no le importaría vivir en aquella pequeña vivienda, que parecía conducir a otro mundo totalmente distinto del que estaba tras la puerta negra.
Ixia les hizo una señal para que se sentaran en el sofá, y la chica se sentó con Pensamiento a su lado.
-Si me disculpas, voy a cambiarme.-le dijo la mujer a Freesia, y ella asintió con la cabeza.-Pensie, cuida bien a nuestra invitada.
Ixia le guiñó un ojo a la chica y se dirigió a la puerta de  la habitación que Freesia había pensado que era un baño, pero supo que estaba equivocada al entrever, cuando Ixia la abrió, un pequeño canapé burdeos y una lámpara antigua sobre una cómoda.
-Es la habitación de mamá.-le dijo Pensamiento cuando su madre hubo cerrado la puerta tras de sí.-Yo sólo puedo pasar cuando voy a bañarme.
El niño se quedó mirando al infinito unos instantes, meditabundo, pero luego se levantó de improvisto y le sonrió ampliamente a Freesia.
-Es verdad, eres nuestra invitada.-luego corrió hacia donde estaba la cocina y abrió un armarito de pared que parecía la despensa.
Rebuscó unos instantes hasta dar con una especie de paquete rosa, y se lo llevó a la chica mientras lo abría.
-Son galletas, son mis favoritas.-le dijo el niño mientras se llevaba una galleta circular cubierta de azúcar glas a la boca.-Mamá casi nunca las compra, pero  dentro de dos días es mi cumple y me dijo que por una vez no importaba.
Luego bajó la vista y miró a Freesia, como avergonzado.
-Es que… No tenemos mucho dinero… Y… Pues bueno, mamá no se puede permitir comprarme nada muy caro así que… Durante una semana como y ceno lo que yo quiero. Algo es algo, ¿verdad?
El niño miró a Freesia, sus ojos brillaban con la luz de la  lámpara. La chica se sintió mal por Ixia. No parecía estar casada, y sacar adelante a un hijo sin ayuda, y además tener que trabajar todos los días hasta tarde no debía de ser muy fácil. Pero tampoco quería entristecer a Pensamiento, así que le sonrío y cambió de tema.
-Así que tu cumpleaños, ¿eh? ¿Y cuántos cumples?
-Cinco, el año que viene empiezo el colegio, como mis primas. ¿No es genial?
Freesia asintió y cogió una galleta de color azul. Con suerte, le daría tiempo a comprarle algo por su cumpleaños antes de irse. En apenas dos horas le había tomado cariño a aquel niño de las pecas.
En ese momento Ixia volvió a aparecer por la puerta por la que había entrado. Esta vez llevaba un jersey fino de color rojo y unos pantalones ajustados de color blanco. Al ver a Pensamiento, sonrió alzando una ceja.
-¿Con que ya has abierto la caja, eh?
El niño rio y asintió con la cabeza, la madre le revolvió el pelo.
-Voy a hacer té, ¿te gusta, Freesia?
La chica asintió mientras masticaba. La galleta estaba realmente buena, y muy, muy, dulce. Normal que fueran las favoritas del niño.
Ixia sacó una tetera de uno de los cajones de la encimera y puso a hervir agua. Luego se sentó junto a Freesia.
-Así que, ¿eres del Jardín de Verano?
Ella volvió a asentir, tragó el último trozo de galleta y habló.
-Sí, aunque mi tren se averiado. Iba al Jardín de Invierno.
Ixia sacudió la cabeza, y asintió.
-¿Cuánto tiempo te vas a quedar?
-Aún no lo sé, puede que hasta mañana, o hasta el otro. –Freesia se encogió de hombros y alcanzó una segunda galleta.-Nos hospedamos en el Cherrywood, está cerca de la carretera, creo.
Ixia arrugó la nariz e hizo un gesto de negación con la cabeza.
-Un antro espantoso.-le dijo, agitando el dedo en el aire, tal y como había hecho Pensamiento antes.-La comida que dan es bazofia y los muebles de las habitaciones se los han comido las termitas. Además, hay ratas. Deberías quedarte con nosotros.
Pensamiento sonrió y mostró su boca llena de migas de galleta.
-¡Sí, venga, quédate! Puedes dormir en mi cama, yo dormiré con mamá.-le agitó el brazo con insistencia, y Freesia sonrió.
Confiaba en aquella pequeña familia, y no le importaría quedarse una noche o dos en aquella casita mágica. Asintió.
-Muchas gracias.-le dijo a Ixia.-Será un placer quedarme aquí. Si quiere, puedo cuidar mañana por la mañana de Pensamiento si tiene que ir a trabajar.
-¿Harías eso? Gracias, muchas gracias.-luego se giró hacia su hijo.-Así no tendré que dejarte a cargo de las irresponsables de tus primas. Voy a tener que hablar con mi hermana…
La tetera comenzó a silbar, e Ixia se acercó rápidamente a la cocina para apagar el fuego. Sirvió el té en dos pequeñas tazas de porcelana azul y sacó un zumo de melocotón de la nevera para Pensamiento. Acercó todo en una pequeña bandeja y lo colocó en la mesa central.
Mientras bebían té hablaron sobre temas intrascendentes, como el tiempo, el pueblo, los Jardines, y todo lo demás. La mujer no le preguntó a Freesia nada sobre su viaje ni su procedencia, cosa que ella agradeció.
El tiempo pasó muy rápido, y cuando se dio cuenta eran las siete menos cuarto. Sonrío a sus acompañantes, y se apresuró a levantarse.
-¿Tienes que irte?-le preguntó Pensamiento, triste.
-Sí, tengo una cita.
-¿Con quién?-le preguntó Ixia con una sonrisa.
-Con un amigo que hice en el tren.-no le pareció oportuno nombrar a Zache, y no lo hizo.
-Una cita, ¿eh?-la mujer esbozó una sonrisa pícara.-¿Es guapo?
Freesia sonrió a su vez y se encogió de hombros.
-Puede.-las dos rieron, pero parecía que a Pensamiento no le hacía mucha gracia.
-Jopé, yo no quiero que te vayas. Iba a presentarte a Pétalos y a sus hijitos.-el niño hizo un puchero y se cruzó de brazos. Ixia se agachó a su lado y le pasó un brazo por los hombros.
-Venga, Pensie, Freesia volverá después y ya le presentarás a Pétalos. Recuerda que hoy eliges qué quieres cenar.
Aquello pareció levantar el humor del niño rápidamente.
-¡Sí! ¡Hoy vamos a cenar tortitas!-dio un salto y giró en el aire. Freesia e Ixia rieron a la vez.
-Bueno.-dijo la chica.-Creo que me tengo que ir. No volveré muy tarde.
Madre e hijo la acompañaron a la puerta, y aprovechó para mirarse en el espejo. Se peinó un poco el pelo con las manos.
-¿Puedo dejar mi mochila aquí?-Ixia asintió. Iba a ser mucho más cómodo no tener que llevar nada a la espalda, y se echó unas cuantas monedas en el bolsillo del pantalón.
-Bueno, me voy.
Se despidieron y la chica salió al frío aire de la tarde. Al fondo, en el parque, se podía entrever una silueta alta sentada en un banco, de cara al sol.
Parecía resplandecer.




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