domingo, 2 de diciembre de 2012

Capítulo 11: Dejarlo todo atrás


El ama Alhelí no paró de bombardearla con preguntas de camino a casa. Y resultaba irónico, pues era ella la que tenía más dudas, y se mantenía callada.
Estaba segura de haber visto a su prima en aquella camilla. Y no parecía encontrarse muy bien. Tal y como se imaginaba, cuando llegaron a casa, Áloe no había vuelto. Como si tal cosa, Freesia le preguntó a Azucena:
-¿Y Áloe? ¿Sigue en la academia?-la respuesta de su prima fue una ligera mueca de amargura a la que siguió un rápido asentimiento de cabeza.
Algo no iba bien. Azucena había visto su corte de pelo, y no había preguntado.  Tampoco había preguntado la razón de que se hubiera pasado media tarde en el hospital. No es que algo no fuera bien, es que algo iba realmente mal.
 Iris tampoco estaba en casa. Si aquello que le pasaba a Áloe había sido algo aislado, se lo hubieran dicho inmediatamente. Azucena, que estaba claro que estaba enterada, no hubiera tenido que mentirle.
Sin embargo, si hubieran estado ocultándole algo todo el tiempo… ¿Y si aquello guardaba relación con el secreto de su prima? Freesia era en ese momento un matojo de nervios que andaba de acá para allá dando vueltas en su habitación. Los cortes que los cristales le habían provocado en las piernas y los brazos estaban recién cosidos, y le tiraban continuamente, pero no podía parar de moverse, dándole vueltas a todo en su cabeza.
Alhelí había llamado a Iris para contarle lo que le había sucedido, pero ésta no había contestado al teléfono. Algo grave debía de haberle pasado a Áloe. A Freesia le dio una arcada al pensar en ello.
Estuvo a punto de bajar las escaleras a exigir que alguien le contara de una vez lo que estaba ocurriendo, o de llamar a su tía Iris por teléfono.
Pero no lo hizo. Si aquello verdaderamente era el secreto de Áloe, ella misma tendría que contárselo.
Y una idea atravesó su mente como una bala.
¿Y si no vivía para hacerlo?
Freesia se estremeció y se obligó a desterrar aquella idea de su cerebro. Si fuese tan mala la situación… ¿no estarían sus primos en el hospital? ¿No la habrían puesto a ella ya al corriente?
No podía soportarlo más. Así que, sin siquiera pararse a recapacitar, agarró su abrigo y bajó las escaleras corriendo en dirección a la puerta.
-¿A dónde vas?-le preguntó el ama Alhelí cuando la vio en el recibidor.-No deberías salir así, en tu estado.
-Estoy bien.-le respondió secamente Freesia, e hizo el ademán de agarrar el picaporte.
-No lo estás.
-Créeme, estoy perfectamente. He quedado con una amiga. Tengo… Tengo que entregar un trabajo mañana y nos suspenden el semestre si no lo hacemos.
Alhelí se cruzó de brazos.
-Está bien. ¿Te vas a quedar allí a cenar?
Freesia se encogió de hombros. A decir verdad, no sabía cuánto tiempo le iba a llevar aquello.
-Llamo luego, ¿vale?
El ama Alhelí, aún no muy convencida, asintió con la cabeza y la despidió con un gesto de cabeza.
Una vez en la calle, Freesia dirigió sus pasos a la calle Principal. El camino no era demasiado largo, pero a ella cada paso que daba se le hacía eterno. Parecía que no llegaría nunca. Por fin se paró antes las grandes puertas de cristal del edificio blanco. Entró casi con miedo, con temor a lo que allí podía descubrir.
El hospital olía a desinfectante y a químicos. Las paredes eran blancas, inmaculadas y todo estaba muy ordenado, era escrupulosamente higiénico y ningún detalle de color ni adornos de ningún tipo hacían algo para animar el monótono aspecto del lugar.
Pero Freesia no había ido precisamente a criticar la decoración. Se acercó al mostrador de recepción, donde una empleada hojeaba una revista y mordisqueaba un bolígrafo de color azul.
-Hola, buenas tardes.-le dijo la mujer a Freesia, cuando advirtió su presencia.-¿Qué desea?
-Hola.-respondió Freesia, y por un momento no supo muy bien que contestar.-Vengo… Vengo a ver a una paciente.
La mujer asintió y dejó a un lado la revista y el bolígrafo para fijar su atención en una pantalla táctil que había sobre la mesa.
-¿Cómo se llama?
-Venturi. Áloe Venturi.
La empleada volvió a asentir y deslizó su dedo índice por la pantalla hasta dar con el nombre indicado.
-¿Es usted familiar?
-Sí. Soy su prima.
La mujer siguió indagando en el aparato y al cabo de unos segundos miró a Freesia.
-Lo lamento, pero si quiere ver a la señorita Venturi voy a tener que llamar a su madre para que dé su consentimiento.
Freesia tragó saliva. Definitivamente, aquello que le pasaba a Áloe le llevaba ocurriendo bastante tiempo. Y además, Iris había hecho lo posible para que nadie que ella no quisiese pudiera ver a su prima.
-¿Quiere que avise a la señora Venturi?-le inquirió la empleada, a falta de una respuesta por su parte.
Freesia negó con la cabeza. Si Iris no le había dicho nada, seguramente no querría que ella estuviera ahí. Tenía que hallar otra manera de ver a Áloe.
-No importa. Vendré otro día. ¿Me puede indicar dónde está el baño?
La empleada así lo hizo y Freesia desapareció por uno de los corredores que había a su derecha. Aunque había estado en aquel mismo lugar hacía apenas una hora, no se acordaba de nada. Todos los pasillos le parecían iguales y no tenía idea alguna de hacia dónde dirigirse. Estuvo vagando por el hospital sin destino fijo durante media hora, evitando cruzar el vestíbulo para no tener que encontrarse con la empleada de recepción, que sin lugar a dudas sospecharía.
Estaba a punto de darse por vencida cuando algo llamó su atención. Se encontraba en el cruce de dos pasillos, y había bastante bullicio. Enfermeras vestidas de azul cruzaban continuamente de aquí para allá transportando bandejas y demás material, hombres y mujeres de batas blancas se cruzaban entre ellos e intercambiaban saludos respetuosos de cabeza, algún que otro paciente daba su paseo hospitalario diario y alguna visita miraba a todos lados con un aire algo perdido.
No obstante, Freesia se percató de que una pequeña puerta en frente de donde ella se encontraba se abría y por ella salían dos personas. Una de ellas era un hombre muy alto, que parecía ser un doctor. Seguramente fuera joven, pero gran parte de su cabello había desaparecido, dejando al descubierto la mayoría de su cuero cabelludo. Fruncía el ceño con fuerza y parecía realmente cansado.
A su lado iba la tía de Freesia, Iris. Ésta, al verla, se apresuró a esconderse detrás de una columna. Hablaban en voz muy baja, y la chica sólo alcanzó a oír algunas palabras sueltas cuando la pareja se detuvo momentáneamente a pocos centímetros de donde ella se encontraba. Freesia temió ser descubierta por su tía, pero ella parecía inmersa en la conversación que mantenía con el doctor.
-Señora Venturi, váyase a casa. Descanse. Ella está bien.
Iris parecía muy nerviosa y se mordisqueaba las uñas casi con urgencia.
-Lo sé, doctor. Pero… ¿Y si le vuelve a pasar esta noche? No quiero estar en casa si ocurre.
-No tiene por qué preocuparse, le aseguro que no le pasará nada…-Freesia no pudo oír nada más, pues su tía y el doctor reanudaron la marcha y desaparecieron por el pasillo principal.
Freesia supuso que Áloe pasaría la noche en el hospital. Algo encajó de pronto en la mente de la chica.
Una vez cada tres meses, como mucho,  Áloe pasaba la noche o el fin de semana en casa de una supuesta amiga de la familia que vivía en el campo.
Al menos, eso era lo que le habían contado siempre. Pero ahora otra teoría acudía a su mente. ¿Y si todas aquellas noches las hubiera pasado en el hospital?
Si se paraba a pensarlo, tenía mucho sentido.
Pero en ese momento no tenía tiempo para contemplaciones. Si lograba ver a Áloe y hablar con ella, ésta se lo explicaría todo. Contaba con ello.
Freesia echó a andar por el pasillo que habían tomado su tía y el médico para intentar seguirlos, pero pensó que seguramente los hubiera perdido.
Con un poco de suerte, su tía Iris le haría caso al doctor y se marcharía a casa. Y luego ella encontraría la manera de ver a su prima.
Como había temido, no fue capaz de encontrar de nuevo a su tía. Se encontraba de nuevo perdida en mitad de otro pasillo idéntico al anterior, rodeada de gente apresurada, que ni siquiera se fijaba en ella.
Sin saber cómo acabó en la cafetería, y aprovechó para sentarse en una mesa a beber un café aguado de una de las máquinas expendedoras, y aclarar su mente como pudiera. Se dedicó a observar a la gente a su alrededor. Todo el mundo parecía realmente cansado. Los médicos y enfermeras, debido a haberse pasado todo el día trabajando (y muchos pasarían la noche, también) y los familiares debido al estrés que produce estar a la espera de que traten a alguien querido sin saber con seguridad cómo saldrá. Freesia se sentía así, y se preguntó si tendría el mismo aspecto que toda esa gente con ojeras bajo los ojos y mirada perdida.
En ese momento entró en la cafetería una enfermera pelirroja que parecía bastante despierta, seguida por el médico que había estado antes con su tía. Vio como se acercaban a una de las máquinas de café. Cada uno cogió su respectiva bebida y se sentaron en una de las mesas. Freesia estaba justo en la otra esquina, pero tampoco esperó que hablaran de algo que podía interesarle. Simplemente aguardó a que terminaran de beber el café y volvieran a levantarse para dirigirse a la salida de la cafetería.
Si la suerte estaba de parte de Freesia, siguiendo a aquellas dos personas podría encontrar la habitación donde estaba Áloe.
A una distancia prudencial, Freesia caminó detrás de ellos. La enfermera se despidió del doctor para dirigirse a la sala de urgencias pero el hombre siguió andando, hasta meterse en un ala distinta del hospital. Cruzó una puerta para internarse en un pasillo estrecho, pero Freesia simplemente se paró junto a esa misma puerta y observó el corredor desde uno de los cristales.
Las paredes, a ambos lados, estaban llenas de puertas que Freesia supuso daban paso a habitaciones de pacientes. Frente a una de ellas estaba su tía Iris, hablando con el doctor. No podía oír nada. Y esta vez sí que quería hacerlo. Pero si entraba tranquilamente al pasillo su tía la vería, y todo se iría al traste. Freesia se mordió el labio con impaciencia. ¿Qué podía hacer? El pasillo era amplio y recto. No había ninguna esquina, columna, o recoveco en el que pudiera ocultarse. Tendría que esperar a que salieran, y si esa era la habitación de Áloe… Entraría, de alguna manera.
Pero Freesia soltó una maldición cuando el doctor salió solo, y su tía se quedó junto a la puerta sin moverse, como un vigilante de seguridad, aunque seguramente ya habría alguien que se ocupara de eso.
-Perdón.-le dijo el hombre cuando salió por la puerta, para que Freesia se quitara del medio. Ella así lo hizo, pero luego retomó su posición junto al ventanuco.
-¿Esperas a alguien?-Freesia se sobresaltó. Luego se giró hacia el doctor. Titubeó antes de responder.
-No. Bueno, sí.-se mordió el labio y se tiró de las mangas del jersey con nerviosismo.-Lo que pasa es que estoy un poco perdida.-mintió.
El doctor alzó una ceja.
-¿Has probado a preguntar en recepción?
Freesia asintió.
-Sí… Pero este edificio es tan grande…-la chica esperaba que el hombre le diese una palmadita en el hombro y desapareciera, pero él seguía en sus trece y no parecía por la labor de marcharse. ¿Es que no tenía otra cosa mejor que hacer que interrogarla en medio del pasillo?
El doctor soltó una carcajada ante su respuesta.
-¿Está esa persona en esta zona? A lo mejor puedo ayudarte a encontrarla.
No. ¡No tenía ningún interés en que aquel hombre le ayudase a nada!
-No hace falta. Puedo sola.-le dijo, lo más educadamente que pudo.
-En serio, no creo que esté bien dejarte aquí sola y perdida.
No era una niña. Y estaba en un hospital, no en medio del bosque. No le iba a pasar nada.
-Estoy bien.-miró en ese momento hacia el pasillo por el que acababa de salir el hombre, y vio cómo su tía Iris abandonaba su puesto y se dirigía hacia donde ellos estaban. Seguramente para hablar con el doctor. Tenía que escabullirse de allí cuanto antes.
-Oiga… Creo que me voy a ir a casa. Ya… Volveré mañana.
-Oh, venga, no creo que sea apropiado dejarte ir así. Tendrás que haber venido por algún motivo.
Iris estaba casi en la puerta.
-Mire, doctor…-miró la tarjeta de identificación que llevaba colgada de la bata.- Lehner. No me urge demasiada prisa, puedo volver en otro momento.
-Sí, pero…-al doctor no le dio tiempo a replicar, pues Iris había abierto la puerta y Freesia se había marchado corriendo y se había apresurado a coger un ascensor que acababa de llegar. Su tía la había visto por detrás, estaba segura. Era algo gracioso que justo hubiera decidido cortarse el pelo aquel día. Seguramente no la hubiese reconocido.
Se bajó del ascensor una planta más arriba, junto a una señora mayor que llevaba muletas.  Volvía a estar perdida, otra planta, muchos pasillos. Y no tenía la menor idea de qué hacer a continuación.
Llevaba demasiado tiempo huyendo y escondiéndose y eso no le había llevado a ninguna parte. Sopesó la idea de encararse con su tía Iris. ¿Qué era lo peor que podía pasar?
Pero conocía demasiado bien a su tía como para saber que no se enfadaría. Tendría una buena razón para mantener lo de Áloe en secreto. Simplemente le regañaría un poco, le pondría alguna excusa estúpida y la mandaría derechita a casa. Y no le dejaría ver a su prima bajo ningún concepto.
Freesia suspiró, enfrentarse a su tía sólo le serviría para ganarse una discusión y una reprimenda. Áloe quería contarle su secreto, ¿pero y si Iris no quería que ella lo supiera?
Su mente estaba hecha un lío. Se sentó en uno de los sofás de una sala de espera que parecía la de pediatría. Niños a su alrededor hablaban, reían y lloriqueaban, esperando su turno.
-¿No te ibas a marchar a casa?-una voz detrás de Freesia la sacó bruscamente de sus pensamientos.
Oh, no. Era otra vez el doctor Lehner.
-¿Me ha estado siguiendo?-le dijo, con un tono despectivo.
El doctor soltó una de sus horribles carcajadas. Freesia empezaba a estar más que harta.
-No, qué va. Resulta que soy médico, ¿sabes? Tengo pacientes. Hay un niño aquí que requiere mi atención.
Y ahora se dirigía a ella con toda naturalidad, como si la conociera de toda la vida, y la trataba como si tuviera un retraso mental. Si aquel imbécil era el médico que estaba tratando a Áloe, temía por la supervivencia de su prima.
-Pues resulta que yo estoy esperando a alguien. Ya no estoy perdida. ¿Ve como me las podía apañar yo solita?
Otra carcajada. Freesia tuvo que controlarse para no saltar y pegarle un puñetazo en la cara a ese idiota.
-Bueno, vale. Te dejo sola, entonces.
Lehner iba a marcharse cuando Freesia, instintivamente, saltó de su asiento.
-¡No, espere!- el doctor se giró y se la quedó mirando con una sonrisa en los labios. ¿Por qué lo había hecho? Si ella quería que se marchase.-Quédese.
Con las manos temblorosas, Freesia volvió a sentarse en el sofá y el doctor tomó asiento a su lado.
-¿Conoce…?-empezó hablar impulsivamente, sin pararse a recapacitar. Pero no le quedaban más opciones, y tampoco tenía nada que perder.-¿Conoce a Áloe Venturi?
La sonrisa burlona desapareció de los labios del doctor. Asintió con el ceño fruncido. Parecía preocupado.
-Pues sí. Es una de las pacientes a las que estoy tratando en este momento. ¿Era a ella a la persona a la que buscabas?
Freesia asintió con la cabeza.
-Sí… Bueno, en realidad ya la había encontrado. Pero… Digamos que no puedo pasar… Su… Su madre… No me dejaría.
El doctor Lehner suspiró.
-Puedo llamarla para que hables con ella.
-No… Ella… Ella no me dejaría.
El médico la señaló con el dedo y su expresión de asombro se transformó en una de sorpresa.
-¡Tú eres la prima!
Freesia, bastante extrañada, asintió. ¿Cómo lo sabía?  A ver si iba a resultar que ella era la única que no podía ver a Áloe…
-Freesia.
-Eso. Áloe habla mucho de ti.
-¿Qué le pasa? ¿Lleva mucho tiempo viniendo? Yo…  A mí nadie me ha dicho nada… Bueno, Áloe tenía un secreto, dijo que me lo contaría… Pero luego se marchó y yo rompí el espejo y acabé aquí y la vi en una habitación… Parecía estar mal… ¿Es grave? ¿Por qué no quiere mi tía que yo lo sepa?
Freesia tomó aire y el doctor le hizo un gesto con las palmas abiertas para que se calmara.
-Eh, eso son muchas preguntas, y creo que no estoy autorizada para responderte a ninguna de ellas.
Freesia ya no empezaba a estar harta. Ya lo estaba desde que se había iniciado aquella conversación, y sentía que en cualquier momento explotaría.
-¡Es que no sé a cuento de que tanto secretismo! ¿Qué está pasando? ¡MI PRIMA SE ESTÁ MURIENDO Y YO VOY A SER LA ÚLTIMA EN ENTERARSE!
-Bueno, no hace falta ponerse así...-el doctor se frotó el puente de la nariz.-La verdad es que ahora que lo pienso… El objetivo era que no te enteraras… Pero ahora que lo sabes… Creo que tienes derecho a que te lo contemos. Sí, y además si dices que ella te lo quería contar. Voy… Voy a hablar con Iris.
-¡No!-dijo Freesia.-Ella no dejará que vea a Áloe.
-Freesia. La que no quería que lo supieras era tu prima. Y si ella ha decidido contártelo, tu tía también estará de acuerdo.

Áloe siempre le había sacado una cabeza a Freesia. Era muy alta. Pero así, en la camilla del hospital, conectada al respirador, parecía poco más que una muñequita, frágil y delicada.
-Aún está sedada.-le dijo Iris a Freesia.-Pero se despertará pronto.
Freesia asintió, con la mirada fija en el cuerpo inmóvil de su prima.
-Oye…Siento que hayas tenido que vivir así, sin saberlo. Me sentía mal cada vez que te mentía, pero… Era Áloe. Si ella quería que las cosas fueran así, no iba a negárselo. No me dijo nada de que hubiera decidido contártelo.
-No creo que le diera tiempo. Me lo dijo justo antes de venir aquí. No va a una academia, ¿verdad?
Iris negó con la cabeza.
-¿No me puedes contar nada?
Iris volvió a negar.
-No. El trato era que ella te lo diría todo.
Se quedaron momentáneamente en silencio, y Freesia tragó saliva antes de preguntar lo que llevaba un tiempo rondando en su cabeza.
-¿Se va…? ¿Se va a poner bien?
Iris se encogió de hombros. Freesia aspiró hondo e intentó tranquilizarse para no echarse a llorar en aquel mismo momento, vomitar lo poco que había comido o directamente gritar como una loca.
-Aún no es seguro. Yo… Ya no sé que más hacer.
La voz de su tía sonaba rota y desesperada. Freesia sintió que se le revolvía el estómago y tuvo que correr mucho para llegar al lavabo y echar todo por el retrete. Eran demasiadas emociones y sentimientos para un solo día, la cabeza le dolía y sentía que tenía sesenta años en vez de dieciséis. Cuando se levantó el cuerpo le pesaba horriblemente.
¿Cómo no se había dado cuenta? Probablemente Áloe llevara enferma años, y ella había estado ciega. Ahora todas aquellas veces en las que su prima estaba débil y cansada o se pasaba cuatro días en cama tomaban sentido.
Su prima se moría. Su tía no lo había negado. El doctor Lehner tampoco. Y Freesia no había sido capaz de darse cuenta.
Ya sólo quedaba esperar un milagro.

Áloe estaba ya despierta. Tenía muy mal aspecto. Aún así, le sonrió a Freesia cuando ésta entró en la habitación.
-Te has cortado el pelo.-le dijo.-Te queda muy mal. ¿Por qué lo has hecho?
Freesia no pudo evitar sonreír también.
-Ya te lo contaré.-luego volvió a ponerse seria.-Pero creo que tienes algo que decirme.
Áloe asintió.
-Te debo una explicación. Una larga.
Freesia se sentó en un lado de la camilla junto a su prima y le cogió la mano con cariño.
-Estoy enferma. Bueno, creo que eso ya lo sabías. Te preguntarás qué me pasa, aunque esto no importe demasiado. Digo que no importa, porque no lo sé.
-No… ¿no lo sabes?-dijo Freesia, sin ocultar el tono de sorpresa que adoptó su voz.
-No. Pero no lo sé yo, ni mi madre, ni los médicos. Es… Algo que me pasa desde pequeña. Y ha ido empeorando desde entonces. Antes no tenía que ir casi nunca al médico, ahora… Bueno, ya lo sabes. Todos los días voy a la “academia”. No es una enfermedad fija. Es como si tuviera muchas a la vez. Sé que es raro, no es fácil de explicar. Un día puedo estar en plena forma, pero de pronto me da un bajón y me encuentro fatal. Los médicos dicen que afecta a todo mi aparato digestivo y al corazón. Pero ahora creo que ha empezado con los pulmones, también. Es… Es como si todo mi cuerpo se fuera apagando paulatinamente antes de tiempo. No saben cómo empezó, como se va a desarrollar, ni cómo acabará. Tan sólo que lo hará pronto.
A Freesia se le paró momentáneamente el corazón al oír esto. Ya lo sabía, pero oírlo de boca de su prima era algo distinto.
-¿Cuánto…?
-¿Cuánto tiempo me queda? No lo sé. Poco. Sí, ya sé que eso no te dice mucho. Meses. Un año, como mucho.
Los ojos de Freesia se empezaron a llenar de lágrimas. No, no podía ser cierto. No a Áloe. Se sentía como si estuviera dentro de una pesadilla, algo que no era, no podía, ser real. Le hubiera gustado pellizcarse y volver a su casa, y que su prima estuviera bien, y que siempre lo estuviera. Un año…
Irremediablemente, las lágrimas brotaron de sus ojos hasta formar una catarata que se desbordaba por sus pómulos.
-¿Por qué…?-dijo, entre sollozos.- ¿Por qué? ¿Por qué me lo has estado ocultando tanto tiempo?
-Por esto. No sabes cómo es que todo el mundo en tu familia te trate como si fueras una niña pequeña, alguien intocable, la pobrecita enferma que se va a morir. No me llevo mal con Azucena porque me trate mal. Lo sabes, nos conoces a las dos. Es porque es demasiado buena, demasiado formal. Y así son todos mis hermanos. Nadie se mete conmigo, nadie se excede con sus comentarios, todos somos buenos con Áloe, que la pobre se va a morir. Es como si para ellos fuera una extraña. Son mis hermanos, pero nunca he tenido una relación estrecha con ellos. Porque tenían miedo de que mi pérdida les afectara… No los juzgues mal, me quieren. Llorarán cuando me vaya. Pero se les olvidará. Porque yo siempre he sido distinta. Adoptada, y encima, enferma.
Áloe hizo una pausa. Freesia seguía llorando. Definitivamente, todo aquello era demasiado para ella. No podía pensar con claridad. Pero su prima siguió hablando.
-Con la única que podía ser sincera era con mi madre. Y con mi padre, hasta que él murió. Ellos… Sabían que me iba a morir, pero aún así… Eran mis padres, lo tenían asumido. Pero nunca tuve una amiga de verdad. No iba al colegio. Mi madre nunca me llevó al colegio. No la culpo, pero a mí me hubiera gustado ir. Me sentía sola, Freesia, mortalmente sola. Y enferma. Pero luego… Luego me dijeron que tú vendrías. Y todo cambió. Tú no me conocías. No sabías lo que me pasaba… Y por eso acordé con todo el mundo que no diríamos nada. Así me tratarías como una chica normal, podría… Podría tener una amiga, al fin.
Freesia se había calmado un poco, pero las emociones en su interior bullían como una olla de agua hirviendo.
-Áloe… Yo… Hubiera sido tu amiga igual… Deberías de habérmelo contado…
-No. Freesia. Hubieras sido igual que todos. Me hubieses acabado dejando de lado, para irte con Azucena, con amigas que no fueran tan complicadas como yo, que no se fueran a morir en unos pocos meses. No lo niegues, porque no te creeré. Tú has sido mi única amiga, y eso… Ha sido lo más bonito que alguien ha hecho nunca por mí…
Áloe entonces comenzó a llorar, y Freesia se acercó para rodearle el cuello con los brazos ya abrazarla muy fuerte.
-Pensaba… Pensaba contártelo, cuando quedara poco tiempo. No digas nada, lo sé. Es lo más egoísta que has oído en tu vida. No puedo imaginarme como te sientes ahora. Supongo… Supongo que tú me quieres. Y enterarte así de que me voy a marchar en poco tiempo… Debe ser muy duro. Ahora mismo debes de estar muy enfadada conmigo.
-No… No podría…
De repente los ojos de Áloe se llenaron de rabia.
-¿Ves? Ya ha empezado. “No podría enfadarme contigo, Áloe, porque estás enferma y te vas a morir. Pobrecita de ti, ¿cómo me voy a enfadar?”
-Está bien. Áloe, estoy muy enfadada contigo. No te voy a hablar en una semana.
Su prima hizo un esfuerzo por sonreír.
-Esto es lo que más me fastidia de todo, por eso quería esperar para decírtelo. Ahora ya no podremos ser amigas como antes. Y es una pena, porque aunque me quede poco, quería seguir teniéndote a mi  lado, como antes.
La mente de Freesia se había despejado. Completamente. Había tomado una decisión. No valía la pena estar lamentándose.
-Y me vas a tener. Voy a hacer que todo lo que me has contado se borre de mi cabeza. Como si no hubiera pasado. Vamos a volver a casa. Y vas a venir a mi fiesta, quieras o no.
-Freesia…-dijo Áloe con una voz algo temblorosa.-¿Me harías un favor?
Freesia asintió.
-Supongo que me dejarán irme. No hay solución, ¿para qué seguir aquí? No quiero pasarme mis últimos días en una camilla de hospital. Es un cliché de película dramática, lo sé. Pero es algo que yo creo que todo el mundo en mi situación querría. Pero no es sólo eso. Es que… Yo nunca he salido del Jardín de Invierno. Y… Me gustaría ver otras cosas. Sé que lo que te voy a pedir es una locura pero… ¿vendrías conmigo?
Freesia se mordió el labio inferior con tanta fuerza que sangró. Estaba evitando a toda costa volver a llorar. Y esta vez, sin ninguna razón concreta, tan sólo todo el estrés que había ido acumulando, que quería salir al exterior y fluir para abandonarla. Esto era algo bueno, así que lloró. Lloró por Áloe. Lloró por ella. Lloró por su familia. Lloró porque se iba a ir. No sabía cómo, ni a dónde, pero lo haría. Y Áloe iría con ella.



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