Nadie
les abrió la puerta. Habían cruzado el espeso jardín rodeado de matojos mal
podados y malas hierbas, y se encontraban delante de la gran puerta negra,
aguardando a que alguien viniera. De nuevo Freesia volvió a dudar de
Pensamiento.
-¿Seguro
que esta es tu casa?-el edificio rezumaba abandono por todos los muros y
paredes, alguien había escrito con pintura alguna frase ilegible en la pared
frontal, y muchas ventanas estaban rotas, con cristales tirados por los suelos,
además de la basura que se esparcía a su alrededor.
-Seguro.-el
niño asintió varias veces con la cabeza.
Freesia
suspiró y volvió a golpear la puerta con los nudillos, esta vez con más
insistencia, haciendo que tiras de pintura desconchada se desprendieran de la
madera. Al ver que no obtenían respuesta, la chica se cruzó de brazos y se
apoyó contra el muro.
-¿Con
quién vives?-le preguntó a Pensamiento, que estaba enredando uno de sus
piececitos en una flor mustia.
-Con mi
mamá, y con Pétalos.
-¿Quién
es pétalos?
-Mi
gatita. Acaba de tener gatitos, ¿sabes? Son cuatro, aunque aún no les he puesto
nombre a todos, y hay dos marrones uno gris y uno muy blanco muy blanco, como
la nieve y… ¡Oh! ¿Me compras un helado?
El niño
señaló a un camión pintado de rosa que se acercaba calle abajo haciendo sonar
una musiquilla infantil.
-Pero si
hace mucho frío.-dijo Freesia.
-¿Frío?
¡Qué va! Venga, venga, ¡cómprame un helado, por favor! ¡Venga, venga, Fezia un helado, sólo uno!
La chica
suspiró y asintió con la cabeza.
-Está
bien, pero sólo uno, y pequeño, no quiero que te pongas malo ni nada de eso.-
“Ya tengo bastante con aguantarte para que ahora enfermes”, pensó, pero no lo
dijo. No quería herir los sentimientos del pequeño.
Se
acercaron al camión, que había aparcado al lado de la acera, para atender a un
par de niños que agitaban sus manitas al aire con las pocas monedas que les
habían dado.
Se
pusieron a la cola, y Freesia rebuscó en su mochila hasta dar con el pequeño
bolsito en el que llevaba las monedas.
Estuvieron
esperando unos cinco minutos hasta que Pensamiento pudo pedir su cono de fresa.
-¿Tienen
de merengue?-le preguntó la chica al heladero, un hombre de aproximadamente
unos cincuenta años con un bigote espeso y canoso y con cara afable.
El
hombre asintió.
-Pues
póngame uno. Pequeño.-el heladero volvió con su pedido y Freesia lo pagó todo.
El helado de merengue siempre había sido su favorito. En realidad, el helado
era lo que más le gustaba de todo. Pero en ese momento, cuando le dio el primer
lametón, se sintió mal. De repente se entristeció, su cabeza se llenó de
recuerdos. Recuerdos de tiempos mejores, de tardes de helado, de mañanas de
helado. De días de helado, con sus padres. El de merengue también era el favorito
de su madre. Y sin que pudiera evitarlo, una lágrima salada rodó por su mejilla
hasta aterrizar en su jersey. Pensamiento se dio cuenta y se giró para mirarla,
preocupada.
-¿Te
pasa algo?-estaban sentados de nuevo en la verja junto a la casa del niño, a la
espera de que alguien viniese. El chiquillo tenía la cara cubierta de helado
rosa y pegajoso.
Freesia
negó con la cabeza.
-No es
nada, tranquilo.
Se
quedaron en silencio unos instantes, los dos sumidos en sus pensamientos, hasta
que Pensamiento volvió a hablar.
-Tú no
eres de aquí. ¿A qué no?
Ella
negó con la cabeza.
-No, soy
del Jardín de Verano.
El niño
abrió mucho la boca y esbozó una sonrisa amplia.
-¡Ahí
va! ¿Y por qué estás aquí?
Freesia
esbozó una mueca y se quedó callada. No le apetecía nada hablar del tema, y
menos con aquel crío que acababa de conocer. El niño rápidamente se dio cuenta
de que no iba a responderle.
-¿Es un
secreto?
La chica
sonrió tristemente.
-Sí, se
puede decir que sí.
Pensamiento
volvió a sonreír.
-¿Y me
lo vas a contar?
-Algún
día.
-¿Vas a
quedarte en el Jardín de Otoño? ¿Con nosotros? ¿En este pueblo?-Freesia le
acarició los rizos cariñosamente y negó con la cabeza.
-Me
parece que no. Mi tren se ha averiado y tendré que pasar aquí una o dos noches.
En realidad voy al Jardín de Invierno.
Al oír
esto, el niño volvió a abrir la boca y señaló con el dedo índice hacia el
cielo, moviéndolo de un lado a otro, como dándose razón a sí mismo.
-Sí, ya
me acuerdo. Violeta… No, fue la otra, la que no sé cómo se llama. Me dijo que
un tren de otro jardín se había parado enfrente del pueblo y… ¡oh!
-¿Qué
pasa, Pensamiento?-le preguntó la chica, pasándole un brazo por los hombros.
-¡Es
allí a dónde iban!-siguió agitando el índice en el aire.-Cuando se fueron. Te
engañaron, no iban a casa, por eso tardan tanto.
-¿Ah,
sí?-Freesia ya se imaginaba algo así. Pero no lo entendía demasiado bien.-Pero,
¿quieres decir que han ido al tren? ¿A qué?
Pensamiento
agitó la cabeza de un lado a otro, y miró a la chica como su fuese
rematadamente tonta.
-No, no.
Al tren no. Al mago.
Fressia
cada vez entendía menos. ¿Mago? ¿Qué mago?
-No sé a
lo que te refieres. ¿Un mago?
El niño
resopló, exasperado. Daba por hecho que todo el mundo sabía de aquel extraño
mago.
-Sí,
venía en el tren. Me lo dijo Violeta, y esta vez sí fue ella.-se rascó la
cabeza.- ¿Oh no…? Bueno, da lo mismo.
-¿Y cómo
lo sabían?-¿es que había alguien por ahí pregonando a los cuatro vientos la
identidad de cada pasajero?
Pensamiento
se encogió de hombros y le dio un lametón a su helado. El de Freesia estaba
prácticamente derretido y ella apenas lo había probado.
-¿Y cómo
se llama el mago?
-No lo
sé. No me acuerdo-“Este niño no brilla por su buena memoria”, pensó Freesia.-Empezaba
por zeta. Algo como Zusk, o Zisk, o Zas. ¡Zacharias! No, no era Zacharias.
¿Cómo era? Jopé. A ver, tengo que pensar.
El niño
se acarició el mentón unos instantes. Entonces a la chica se le vino a la
cabeza, de repente, y sus palabras salieron de su boca antes incluso de
haberlas pensado.
-¿Zache?-el
niño abrió mucho los ojos y sonrió, y esta vez su dedo en movimiento la
señalaba a ella.
-¡Era
eso! ¡Zache! Claro… ¿Lo conoces?
Freesia
negó con la cabeza.
-No.
-¿Y cómo
es que sabías su nombre?
-Casualidad.
Zache es un nombre muy común, todo el mundo lo sabe.
-No, no
lo es.-puede que no tuviera una memoria de elefante, pero Pensamiento era espabilado.-Lo conoces.
Venía contigo en el tren.
-Pues
será por eso, lo habré escuchado por los pasillos o algo así.
El niño
asintió, pero Freesia advirtió que no se daría por vencido tan fácilmente.
Tenía
que pensar, su mente estaba hecha un lío. ¿Zache, un mago? ¿De esos de los
trucos de hacer desaparecer palomas y cortar a la guapa ayudante por la mitad?
A Freesia no le había parecido ese tipo de persona. Si se paraba a pensar,
tampoco es que Zache le recordara a ningún tipo de persona en concreto. Pero
desde luego, a un mago, a un feriante, no. ¿Y cómo es que aquellas niñas sabían
que estaba en el pueblo, apenas dos horas después de la avería del tren?
Aquello se ponía cada vez más extraño.
-Pensamiento…-iba
a preguntarle algo más, pero en ese momento vio que alguien se dirigía hacia
ellos.
Era una
mujer alta y esbelta, con una cabellera rizada y cobriza al viento, y unos
rasgos finos y delicados. Si fuese vestida como tal, parecería una princesa.
Pero llevaba unos pantalones raídos y manchados y una camiseta demasiado grande
para ella llena de lo que parecían manchas
de aceite.
-¡Mamá!-gritó
Pensamiento, y fue corriendo a abrazarla. La mujer le devolvió el abrazo. Luego
se fijó en Freesia, que aguardaba tras la verja del jardín.
-¿Es tu
amiga?-preguntó la mujer. Tenía una voz alegre y argentina, y unos labios
carnosos y rojizos. Era verdaderamente hermosa.
-Sí.-Pensamiento
sonrió.-Se llama Fezia. Es del Jardín
de Verano, pero no sé por qué está aquí, es un secreto.
La mujer
sonrió, se acercó a la chica y le dio un
beso en la mejilla.
-Hola,
yo soy Ixia. Perdona por ir así vestida, es que acabo de volver de trabajar.
-No importa,
encantada.
Ixia le
sonrió dulcemente, y luego miró a su alrededor. Después, dirigió la vista a
Pensamiento con preocupación.
-¿Dónde
están tus primas?
-¿Eh?-el
niño parecía estar en otro mundo, y miró a su madre con extrañeza.
-Violeta
y Erica.
-¡Ah,
con que se llamaba así!
La madre
puso los brazos en jarras y miró severamente a su hijo.
-Sí, son
tus primas, estaban aquí contigo, ¿recuerdas? Te cuidaban mientras hacía las
horas extra.
El niño
se rio.
-¡Pero
si ya se lo he dicho a Fezia!-exclamó,
como si con contárselo a ella todo el pueblo estuviese ya enterado.- Se han
marchado, por eso estoy con ella. Se ha quedado cuidándome, y me ha comprado un
helado. ¿Quieres?
Freesia
pudo comprobar que Ixia estaba perdiendo la paciencia. Daba golpecitos al
asfalto con la punta del pie, nerviosa.
-No, no
quiero. Ahora dime, ¿a dónde se han ido tus primas?
-¡A ver
al mago, ya lo he dicho! Al mago que vino en el tren, a Zacharias.
-Zache.-le
corrigió Freesia automáticamente.
-Eso.-murmuró
Pensamiento.
La mirada
de Ixia se ensombreció al instante, y bajó la vista. La chica la miró
preocupada, y se acercó prudencialmente a la mujer.
-¿Está
bien?
La mujer
volvió a alzar la vista, y pudo comprobar que de sus ojos avellana caían
gruesas lágrimas que se deslizaban por
sus sonrosadas mejillas. Se las limpió al instante con el dorso de la mano, y
asintió.
-No se
preocupe, Pensamiento ha estado bien. Yo le he cuidado.
-No es
por eso.-la voz de la mujer era lúgubre.
Esbozó
una media sonrisa y abrazó a Freesia, lo que pilló a la chica un poco por
sorpresa.
-Gracias,
en serio. No tenías por qué haber cuidado de mi hijo, y siendo como es él… Te
lo agradezco enormemente.-le susurró al oído.
Cuando
su abrazo de deshizo, el rostro de Ixia volvía a ser vivaracho y alegre, como
si nada hubiese pasado.
-Venga,
te invito a entrar. Ya sé que tengo la casa un poco descuidada, pero
últimamente no tengo tiempo para nada.
Atravesó
el jardín en dirección a la puerta mientras sacaba un juego de llaves de una
riñonera de plástico.
Freesia
la siguió, acompañada de Pensamiento, que le cogió de la mano. Aún tenía tiempo
antes de la cita con Zache, y tenía que prepararse mentalmente antes. Lo
primero, el extraño joven le debía una explicación, o más de una. Y lo segundo…
Freesia no sabía muy bien cómo expresarlo, pero era una sensación extraña que
sentía cuando estaba con él, y que hacía que le sudasen las manos y se pusiera
nerviosa. Zache tenía un aura extraña y… Bueno, no era que le gustara ni nada
parecido, era algo distinto, más profundo.
Se
pararon ante la puerta negra mientras Ixia giraba las distintas llaves dentro
de los distintos cerrojos que había colocado. Cuando terminó, la puerta se
abrió con un chirrido y Freesia aguardó a que Ixia pasase antes de entrar ella
con Pensamiento de la mano. Estaba todo oscuro, y la mujer apretó con un
interruptor que lo iluminó todo al instante.
La casa
no era grande, para nada. No tenía habitaciones, estaba todo en la misma
planta, salvo por una puerta que conducía a lo que Freesia supuso que sería un
cuarto de baño. Pero aún así, todo era hermoso. En el ambiente se respiraba
calidez y comodidad, y el mobiliario parecía estar exactamente en el sitio
adecuado. A su derecha se encontraba un pequeño sofá de aspecto mullido, con
gran cantidad de cojines de todos los diseños y colores esparcidos sobre él.
Había también una mesita central de cristal. Una lámpara de pie dorada con
flecos iluminaba desde un rincón el pequeño espacio, y las paredes estaban
cubiertas de cuadros y estanterías llenas de libros y extraños amuletos de
madera.
Más al
fondo estaba la cocina, equipada con una encimera, un horno, unos fogones y una
mini-nevera.
Al fondo
a la izquierda había un ventanal enorme que Freesia no había visto desde el
exterior. Al lado de éste había una cama redonda y que parecía muy cómoda, a su
vez cubierta de cojines y de peluches de distintos animales. La cubría desde el
techo un atrapa mosquitos translúcido de color amarillento decorado con flores,
y a su alrededor iluminaban farolillos que brillaban intensamente.
En el
centro de la sala estaba lo que podía ser el comedor, con una mesa grande de
madera, en la que reposaba un florero de cerámica.
Freesia
contempló todo con admiración, y se dijo a sí misma que no le importaría vivir
en aquella pequeña vivienda, que parecía conducir a otro mundo totalmente
distinto del que estaba tras la puerta negra.
Ixia les
hizo una señal para que se sentaran en el sofá, y la chica se sentó con
Pensamiento a su lado.
-Si me
disculpas, voy a cambiarme.-le dijo la mujer a Freesia, y ella asintió con la
cabeza.-Pensie, cuida bien a nuestra invitada.
Ixia le
guiñó un ojo a la chica y se dirigió a la puerta de la habitación que Freesia había pensado que
era un baño, pero supo que estaba equivocada al entrever, cuando Ixia la abrió,
un pequeño canapé burdeos y una lámpara antigua sobre una cómoda.
-Es la
habitación de mamá.-le dijo Pensamiento cuando su madre hubo cerrado la puerta
tras de sí.-Yo sólo puedo pasar cuando voy a bañarme.
El niño
se quedó mirando al infinito unos instantes, meditabundo, pero luego se levantó
de improvisto y le sonrió ampliamente a Freesia.
-Es
verdad, eres nuestra invitada.-luego corrió hacia donde estaba la cocina y
abrió un armarito de pared que parecía la despensa.
Rebuscó
unos instantes hasta dar con una especie de paquete rosa, y se lo llevó a la
chica mientras lo abría.
-Son
galletas, son mis favoritas.-le dijo el niño mientras se llevaba una galleta
circular cubierta de azúcar glas a la boca.-Mamá casi nunca las compra, pero dentro de dos días es mi cumple y me dijo que
por una vez no importaba.
Luego
bajó la vista y miró a Freesia, como avergonzado.
-Es que…
No tenemos mucho dinero… Y… Pues bueno, mamá no se puede permitir comprarme
nada muy caro así que… Durante una semana como y ceno lo que yo quiero. Algo es
algo, ¿verdad?
El niño
miró a Freesia, sus ojos brillaban con la luz de la lámpara. La chica se sintió mal por Ixia. No
parecía estar casada, y sacar adelante a un hijo sin ayuda, y además tener que
trabajar todos los días hasta tarde no debía de ser muy fácil. Pero tampoco
quería entristecer a Pensamiento, así que le sonrío y cambió de tema.
-Así que
tu cumpleaños, ¿eh? ¿Y cuántos cumples?
-Cinco,
el año que viene empiezo el colegio, como mis primas. ¿No es genial?
Freesia
asintió y cogió una galleta de color azul. Con suerte, le daría tiempo a
comprarle algo por su cumpleaños antes de irse. En apenas dos horas le había
tomado cariño a aquel niño de las pecas.
En ese
momento Ixia volvió a aparecer por la puerta por la que había entrado. Esta vez
llevaba un jersey fino de color rojo y unos pantalones ajustados de color
blanco. Al ver a Pensamiento, sonrió alzando una ceja.
-¿Con
que ya has abierto la caja, eh?
El niño
rio y asintió con la cabeza, la madre le revolvió el pelo.
-Voy a hacer
té, ¿te gusta, Freesia?
La chica
asintió mientras masticaba. La galleta estaba realmente buena, y muy, muy,
dulce. Normal que fueran las favoritas del niño.
Ixia
sacó una tetera de uno de los cajones de la encimera y puso a hervir agua.
Luego se sentó junto a Freesia.
-Así
que, ¿eres del Jardín de Verano?
Ella
volvió a asentir, tragó el último trozo de galleta y habló.
-Sí,
aunque mi tren se averiado. Iba al Jardín de Invierno.
Ixia
sacudió la cabeza, y asintió.
-¿Cuánto
tiempo te vas a quedar?
-Aún no
lo sé, puede que hasta mañana, o hasta el otro. –Freesia se encogió de hombros
y alcanzó una segunda galleta.-Nos hospedamos en el Cherrywood, está cerca de
la carretera, creo.
Ixia
arrugó la nariz e hizo un gesto de negación con la cabeza.
-Un
antro espantoso.-le dijo, agitando el dedo en el aire, tal y como había hecho
Pensamiento antes.-La comida que dan es bazofia y los muebles de las
habitaciones se los han comido las termitas. Además, hay ratas. Deberías
quedarte con nosotros.
Pensamiento
sonrió y mostró su boca llena de migas de galleta.
-¡Sí,
venga, quédate! Puedes dormir en mi cama, yo dormiré con mamá.-le agitó el
brazo con insistencia, y Freesia sonrió.
Confiaba
en aquella pequeña familia, y no le importaría quedarse una noche o dos en
aquella casita mágica. Asintió.
-Muchas
gracias.-le dijo a Ixia.-Será un placer quedarme aquí. Si quiere, puedo cuidar
mañana por la mañana de Pensamiento si tiene que ir a trabajar.
-¿Harías
eso? Gracias, muchas gracias.-luego se giró hacia su hijo.-Así no tendré que
dejarte a cargo de las irresponsables de tus primas. Voy a tener que hablar con
mi hermana…
La
tetera comenzó a silbar, e Ixia se acercó rápidamente a la cocina para apagar
el fuego. Sirvió el té en dos pequeñas tazas de porcelana azul y sacó un zumo de
melocotón de la nevera para Pensamiento. Acercó todo en una pequeña bandeja y
lo colocó en la mesa central.
Mientras
bebían té hablaron sobre temas intrascendentes, como el tiempo, el pueblo, los
Jardines, y todo lo demás. La mujer no le preguntó a Freesia nada sobre su
viaje ni su procedencia, cosa que ella agradeció.
El
tiempo pasó muy rápido, y cuando se dio cuenta eran las siete menos cuarto.
Sonrío a sus acompañantes, y se apresuró a levantarse.
-¿Tienes
que irte?-le preguntó Pensamiento, triste.
-Sí,
tengo una cita.
-¿Con
quién?-le preguntó Ixia con una sonrisa.
-Con un
amigo que hice en el tren.-no le pareció oportuno nombrar a Zache, y no lo
hizo.
-Una
cita, ¿eh?-la mujer esbozó una sonrisa pícara.-¿Es guapo?
Freesia
sonrió a su vez y se encogió de hombros.
-Puede.-las
dos rieron, pero parecía que a Pensamiento no le hacía mucha gracia.
-Jopé,
yo no quiero que te vayas. Iba a presentarte a Pétalos y a sus hijitos.-el niño
hizo un puchero y se cruzó de brazos. Ixia se agachó a su lado y le pasó un brazo
por los hombros.
-Venga,
Pensie, Freesia volverá después y ya le presentarás a Pétalos. Recuerda que hoy
eliges qué quieres cenar.
Aquello
pareció levantar el humor del niño rápidamente.
-¡Sí!
¡Hoy vamos a cenar tortitas!-dio un salto y giró en el aire. Freesia e Ixia
rieron a la vez.
-Bueno.-dijo
la chica.-Creo que me tengo que ir. No volveré muy tarde.
Madre e
hijo la acompañaron a la puerta, y aprovechó para mirarse en el espejo. Se
peinó un poco el pelo con las manos.
-¿Puedo
dejar mi mochila aquí?-Ixia asintió. Iba a ser mucho más cómodo no tener que
llevar nada a la espalda, y se echó unas cuantas monedas en el bolsillo del
pantalón.
-Bueno,
me voy.
Se
despidieron y la chica salió al frío aire de la tarde. Al fondo, en el parque, se
podía entrever una silueta alta sentada en un banco, de cara al sol.
Parecía resplandecer.