miércoles, 2 de enero de 2013

Capítulo 14: Tan lejos como el horizonte


Pernetia, Freesia y Crisantemo estaban de rodillas sobre la alfombra del ático, haciendo un puzle. Fuera estaba empezando a nevar. Cientos de piezas se acumulaban a su alrededor, y sólo una veintena se agrupaban en el centro formando parte del hocico de un perro.
-Es inútil, no encuentro la maldita oreja.-se quejó Crisantemo, mientras se movía de un lado para otro removiendo cada agrupación de fichas que encontraba.-¿Hacemos otra cosa?
Freesia suspiró. Habían pasado ya tres días desde que hubieran vedado el acceso a las calles de la ciudad. Esos tres días habían resultado pesados, aburridos y eternos. Iris aún no había vuelto a casa, y ella no había vuelto a saber de Fresno. Tampoco había hablado con Áloe, ni ésta le había dirigido la palabra. Freesia aún estaba demasiado enfadada con su prima. Lo que había hecho, todo lo que le había ocultado…
Por mucho que quisiera, no podía parar de darle vueltas. Para colmo, el sueño que había tenido sobre Zache había vuelto a repetirse las noches anteriores, aunque sin causar el mismo efecto devastador que el primero.
-Espero que esto se pase pronto.-dijo Pernetia, apesadumbrada, y se tumbó sobre la alfombra hasta estirarse todo lo alta que era.-No creo que pueda soportar mucho más aquí dentro.
Freesia se sentía igual. El sentimiento de encierro que había experimentado ya con anterioridad referido a su vida dentro de los Cinco Jardines se había acentuado debido a su reclusión dentro de las cuatro paredes de una casa. Ella tampoco creía poder aguantarlo mucho más. Además, estaba el hecho de que en las noticias diarias pasaban por alto la situación, y no tenían ni idea de lo que realmente estaba pasando, lo que irritaba a Freesia mucho más que cualquier otra cosa. Necesitaba hablar con Fresno, a ver si él sabía algo más.
Miró por la ventana, hacia el jardín trasero. Sobre uno de los columpios cubiertos de escarcha estaba Áloe, meciéndose suavemente y vestida sólo con un jersey y una falda hasta las rodillas. Iba descalza. Tenía la vista perdida entre los altos edificios de la ciudad. Parecía triste. Freesia se dijo que Áloe siempre parecía triste, y que por mucho que lo intentara no conseguiría darle pena. Así que volvió la vista para volver a concentrarse en el puzle, que seguía poco avanzado. Crisantemo aún no había encontrado la pieza de la oreja.
-Me rindo.-dijo su primo, después de dos minutos más de búsqueda intensiva.-Seguramente Nar la haya perdido.
-No le eches las culpas siempre a Nar.-le recriminó Freesia, aunque ella también sospechaba del pequeño de la familia y de sus idas y venidas al cajón de los juegos.-Voy un momento abajo. No os deis por vencidos.
Se puso en pie y bajó las pequeñas escaleras hasta el pasillo de la tercera planta, dejando a sus primos sumergidos en la búsqueda de la pieza perdida. Cuando llegó a su habitación, fue recibida por Extraño, que jugueteaba con uno de los cojines de la cama de Freesia. Ésta le acarició el lomo y lo cogió en brazos.
-Vaya, vaya, ¿me echabas de menos?- Tenerlo con ella aquella mañana fría y solitaria no le vendría mal.-Yo a ti también.
Alcanzó el teléfono y marcó el número de Fresno, que sin darse cuenta se había aprendido de memoria. Cuando el aparato dio señal, Freesia aguardó. Pero no obtuvo respuesta que deseaba, si no que la voz de Fresno le advirtió que en ese momento no estaba en casa.
Ya llamaría de nuevo más tarde. Entonces se le ocurrió. ¿Y si ya se había ido? No, le hubiera dicho algo, le hubiera dejado algún tipo de mensaje. No podría… Se acordó de pronto de aquel nombre: Maireen Shields, y un escalofrío repentino recorrió su cuerpo de arriba abajo.
Volvió a marcar las teclas, pero seguía sin tener respuesta.
-¿Fresno, dónde estás?-dijo Freesia, hablando consigo misma.
Extraño maulló.

Al día siguiente Iris tampoco había vuelto, y Fresno seguía sin responder a sus incontables llamadas. Freesia apenas había dormido, si no que había estado más de dos horas hablando con Acacia por teléfono. No había contactado con ella desde el día del ataque, y ambas se pusieron al día sobre sus respectivas situaciones. Acacia no parecía estar demasiado molesta con la prohibición, todo lo contrario. La chica le había contado a Freesia todos sus planes y proyectos para aprovechar las horas muertas dentro de casa, y no le faltaban. Freesia envidió su entusiasmo, y pensó que lo único que había hecho ella había sido lamentarse y pasarse el tiempo tumbada sobre la cama o viendo las repeticiones de los programas de televisión de semanas atrás.
Freesia le había preguntado a Acacia si tenía alguna idea de dónde podría estar Fresno, pero la chica decía no haberle visto desde la mañana después de la fiesta. Tampoco Zinnia, Olmo o Geranio tenían noticias recientes del chico.
Todos en la casa estaban muy nerviosos. Narciso empezaba ya a dudar de la excusa dada por Azucena, y ya no creía que su madre estuviera de viaje de negocios. Los demás tenían la misma idea que él, nadie sabía dónde podría haber ido Iris, ni cuando tenía pensado volver. Freesia, que en un primer momento no se había preocupado, empezaba a hacerlo. Aquel mismo día por la tarde, desapareció la señal de la televisión y la pantalla se quedó gris haciendo un molesto ruido continuo.
-¡Venga ya!-gritó Azucena, que al principio había intentado calmar a sus hermanos, pero estaba ya tan estresada como ellos.-¿Y qué más ahora? ¿El agua?
Nadie dijo nada. Los mellizos, que normalmente solían mostrar su indignación a gritos y maldiciones, parecían haberse rendido y ya ni se molestaban en abrir la boca, si no que arrugaban la frente, haciéndoles parecer más enfadados aún.
-Bueno, era un documental de animales.-dijo Alhelí, intentando relajar la tensión que se había formado en el ambiente.-No creo que nos muramos si nos perdemos la interesantísima vida diaria de los coyotes.
Intentó sonar sarcástica o darle un tono de humor a la situación, pero quedó ridículo, pues nadie rio o hizo ningún comentario.
-Ya, pero tampoco tenemos noticias. Nada. Ahora estamos incomunicados.-fue Narciso quien habló, y todo el mundo se sorprendió con la intervención del niño, que últimamente estaba más taciturno y ausente que de costumbre.-No me miréis así. Tendré diez años, pero también entiendo las cosas. Y, sí, sé que no tenéis ni puta idea de dónde está mamá.
-¡Narciso Venturi, te voy a lavar la boca con estropajo!-exclamó Alhelí, enfadada, y se acercó al niño para darle una pequeña colleja.-Estás castigado, esas cosas no se dicen.
-Oh, vamos, no tengo cinco años.-Narciso, que parecía más enfado con el ama que ella con él, se levantó y desapareció por la puerta de la sala de estar. Alhelí puso los ojos en blanco y salió detrás de él.
Freesia se quedó dándole vueltas a lo que su primo pequeño acababa de decir. No iba muy desencaminado. Habían decidido prescindir de la televisión. ¿Qué sería lo próximo? Ahora podía pasar cualquier cosa, que ellos, encerrados, no se enterarían. Entonces, Pernetia habló:
-El problema es que todos somos sólo ovejas. Ganado. Somos idiotas, sin cerebro, hacemos todo lo que nos dicen, no hacemos todo lo que ellos prohíben. ¿Y por qué?
Antes de responder, todos se quedaron mirando fijamente a Pernetia con los ojos muy abiertos, casi sin creerse lo que acababa de decir. Fue Crisantemo quien tomó la palabra.
-Porque no sabemos vivir de otra manera. Nunca nos ha pasado nada, creemos firmemente en nuestro gobierno y en el orden y las leyes que ellos nos imponen. Y ahora, que finalmente algo gordo ocurre, no sabemos qué hacer, corremos como pollos sin cabeza, confiando en lo que harán los políticos, porque es lo que hemos hecho siempre. No podemos valernos por nosotros mismos.
Aquello causó el mismo efecto en la habitación que una bomba. Todos comenzaron a hablar a la vez. Freesia no sabía qué pensar. Por un lado, opinaba lo mismo que los mellizos, pero por otro lado, sabía que ella sólo era una oveja más del rebaño, y que tampoco sabría valerse por sí misma. Eran sus Jardines, los amaba, eran lo único que había conocido, no podría traicionar a sus líderes, personas en los que su familia y ella habían confiado ciegamente, así porque sí. Sin embargo, allí estaba la Freesia soñadora y rebelde, que ansiaba libertad. Y con todo lo que había pasado, supuso que el lado soñador y rebelde de los mellizos se había rebelado.
-Esto es una mierda.-fue lo único que supo decir, y así se zanjó el asunto.

Nadie volvió a mencionar la conversación de aquella tarde. Por la noche, una vez hubieron cenado, se sentaron alrededor de la mesa centro del salón y conversaron de cosas del día a día. Nadie dijo nada sobre la ausencia de televisión, o sobre la propia ausencia de su madre, que era lo que más les dolía.
Áloe estaba presente, aunque sólo físicamente. No participaba en la conversación y mantenía la vista fija en el televisor apagado, como si sólo ella pudiera ver alguna película muy interesante de la que no podía quitar ojo. En algún momento  debió de hartarse, porque se levantó sin decir nada y desapareció por la puerta hacia las escaleras. Todo el mundo se quedo mirando como Áloe se marchaba, y luego un silencio reinó en la sala.
-¿Y ahora qué mosca le ha picado?-preguntó Pernetia.
-Ni idea. Ya sabes cómo es Áloe.-dijo Azucena.
-Sí, pero lleva unos días que parece que está muerta.-replicó Crisantemo.-¿Tú sabes que le pasa, Freesia?
Freesia se puso muy nerviosa y se apresuró a negar con la cabeza.
-No… Es decir, lo que a todos. Lo del encierro y todo eso.
Pero Azucena negó con la cabeza y se cruzó de brazos.
-No. A ella estas cosas no le afectan tanto como a los demás. Tiene razón Crisantemo, algo le ha ocurrido.
Mientras decía esto, no había apartado su mirada escrutadora de Freesia, y la chica intentó hacer como que no se daba cuenta, pero empezaban a sudarle las manos. Como no hiciera algo, acabarían por sonsacarle la información, y no podría traicionar a Áloe de esa manera. Así que se puso en pie como activada por un resorte.
-¿Sabéis qué? Voy a ir a hablar con ella.-dicho esto, sin esperar a ver las reacciones de sus primos, salió de la habitación siguiendo los pasos de Áloe.
Genial. Ahora tendría que hablar con su prima; si no, sería muy sospechoso. Se paró momentáneamente ante la puerta de Áloe y oyó su voz en el interior. ¿Estaba Áloe hablando sola? No. Freesia se paró a escuchar un poco más y advirtió que su prima hacía pausas entre frase y frase, por lo que supuso que estaría hablando por teléfono.
Freesia no debía… No debía escuchar. No era asunto suyo. Lo mejor sería que bajara de nuevo al salón y luego volviera a subir para intentar hablar con Áloe entonces. Pero no pudo evitarlo.
“¡Eres una maldita, maldita cotilla!” se dijo, pero ya estaba con la oreja pegada a la pared.
La voz de su prima sonaba en un volumen muy bajo, y Freesia apenas pudo oír alguna que otra frase.
-…hables con ella. No, no voy a volver… seguir con esto. Me supera…dejar de verte.-Áloe hizo una pausa muy larga.-Espera un momento.
Freesia oyó pasos al otro lado de la puerta, y supo que Áloe se dirigía a la puerta. Antes siquiera de que le diera tiempo a reponerse, se encontró con la mirada enfadada de su prima. Muy enfadada.
“Mierda.”
-Te llamo luego.-colgó el teléfono que aún llevaba en la mano y se cruzó de brazos. Luego volvió a mirar a Freesia aún más enfadada que antes y frunciendo el ceño con fuerza.
“La curiosidad mató al gato”.
-Haces más ruido del que tú crees, ¿sabes? ¿Cuánto tiempo llevas ahí?
Freesia se mordió el labio.
-Poco. Venía a hablar contigo.
-Ya. Y no se te ocurre otra cosa que pararte a escuchar, ¿no?
-Áloe, yo…
-¡No!-exclamó la chica, al borde de las lágrimas.-¡Nada te parece bastante, ¿verdad?! ¡No! ¡Tuviste que meterte en el hospital para que te contara que me estoy muriendo! ¡Luego me hiciste chantaje emocional para saber lo de Simon! ¡Y ahora esto! ¡Si quieres, ya de paso lee mi diario, da igual! ¡O mis cartas! ¡Soy tu prima, pero también tengo mi intimidad!
Dicho esto empezó a sollozar violentamente, se tapó los ojos con las manos y Freesia no pudo hacer otra cosa que quedarse ahí parada, mirando a su prima llorar hasta que ésta, paulatinamente, se fue relajando hasta que paró.
-Dios, soy una llorica.-dijo Áloe, mientras se limpiaba las lágrimas que quedaban en sus mejillas con las palmas de las manos.
Freesia no sabía cómo reaccionar. Su prima era un volcán en erupción, un paso en falta y acabaría calcinada.
-Tienes razón.-empezó, midiendo sus palabras milímetro a milímetro.- En todo. Y te debo una disculpa. No puedo evitar ser tan entrometida. Pero tú también deberías entenderme. Me importas. Y… No me gusta mucho que andes por ahí con gente…
Freesia alzó la vista y vio a Áloe, con su mirada inquisidora clavada en ella.
-¿Qué gente?-preguntó.-¿Qué gente, Freesia?
Freesia estaba contra la espada y la pared. Puso su cerebro a trabajar a máxima velocidad intentando encontrar las palabras adecuadas. Áloe empezó a golpear el suelo con la punta de su zapato, nerviosa.
-¿Qué gente?-volvió a preguntar.
-Pues ya sabes… Gente que no es buena para ti.
Áloe abrió mucho la boca y los ojos.
-Creo que no tienes derecho a decidir quién es o no es bueno para mí.
-Tienes razón.-admitió Freesia, intentando retractarse antes de que las cosas se le fueran de las manos.-Pero creo que la gente que va por ahí prendiendo fuego a los árboles no es muy buena compañía.
Áloe puso los brazos en jarras y avanzó un paso más hasta Freesia, hasta quedar cara a cara.
-No los conoces. Tu sólo… Conoces un lado de la historia.
-Porque es lo único que me has contado. Me veo obligada a creer que estarías mejor si te alejaras de ese tal Simon.
Freesia advirtió que le había tocado la fibra sensible, porque cualquier atisbo de ira que hubiera aparecido en sus ojos se había desvanecido cuando terminó de pronunciar aquella frase.
-No es tan sencillo como lo pintas. No puedo simplemente… Alejarme. Yo le quiero. No creo que me entiendas. Lo sé, Simon y su familia tienen unas ideas un tanto… Revolucionarias. Pero yo le quiero.
Freesia supo que Áloe tenía razón. No podía entenderla, no sentía nada parecido por nadie. Pensó momentáneamente en Fresno, pero desechó la idea enseguida. Ni por asomo estaba enamorada de Fresno.
-Ah.-siguió Áloe.-Lo que dijiste… Sobre Simon. Él y yo no…-Áloe se sonrojó y juntó los dedos índices tímidamente. Freesia lo comprendió enseguida, y alzó una ceja.
-Sí, ya claro. Y yo soy rubia y tengo los ojos azules.-replicó, con un tono cargado de ironía.
Áloe suspiró.
-Vale, pero no se lo digas a nadie. Mi madre me mataría.-habló muy bajito, temiendo que alguien pudiera escuchar su conversación.
-Tranquila.-Freesia sonrió, era la primera vez que lo hacía desde que había empezado a hablar con su prima.-No se lo voy a decir a nadie que tú no quieras que lo sepa. Además, no es tan grave.
-Sí lo es. O sea, me tratan como si tuviera tres años. Sí se enteran, se me cae el pelo, y ya sí que no salgo de aquí. Bueno, si es que nos dejan salir alguna vez.
Freesia asintió. Se quedaron en silencio, mirando cada una a otra parte, hasta que Áloe volvió a hablar.
-Vale, está bien. A la mierda. Te voy a llevar allí.
-¿Qué?-Freesia no tenía ni idea de a lo que su prima se refería.- ¿Allí?
-Sí. Con Simon. A la reunión.
-¿Reunión?-las piezas encajaron en la mente de Freesia.-Oh. Pero decías que no ibas a ir.
-He cambiado de opinión. Bueno, cambiaré de opinión, si tú vienes conmigo.
Freesia dudó. Un mundo de posibilidades se abría delante de ella. La verdad era que la idea de embarcarse en una aventura fuera de los estrechos límites de la ley le resultaba tentadora y emocionante. Pero, ¿de verdad quería hacerlo? Sabía que era peligroso. Todo aquello apestaba a peligro.
-Bueno… ¿Cuándo es la reunión?-le preguntó a Áloe, intentando ganar tiempo.
-Esta noche. En una hora.
-Pero…Se supone que no podemos salir…-Freesia se mordió el labio inferior.  Aquello había sonado bastante ridículo.
Áloe no pudo reprimir una carcajada.
-Venga ya, ¡no lo dirás en serio! Si de verdad te preocupa lo de la prohibición, sé cómo escabullirnos.
Freesia se quedó momentáneamente callada, pensando. Pero pensando y dándole vueltas a todo sólo conseguiría liar su mente aún más. Así que decidió.
-Vale. ¿Por dónde?

Hacía mucho frío. Las calles estaban desiertas. Los pasos silenciosos de Áloe y Freesia resonaban en las paredes de la galería que recorrían en ese momento. Habían salido a la superficie después de veinte minutos recorriendo decenas de túneles subterráneos que Áloe parecía conocer a la perfección.
Estaban saliendo de la ciudad.
-¿Cuántas veces has venido por aquí?-susurró Freesia.
-Bastantes.-Áloe parecía no tener ganas de hablar, si no que andaba con paso firme por la galería, siempre hacia delante y sin detenerse.
-Vaya.-pero Freesia no estaba demasiado sorprendida. Dos años había vivido con ella, y su prima parecía vivir tres vidas a la vez.-Entonces… ¿Estás enterada de todo?
Áloe se encogió de hombros.
-Algo sé, claro. Pero no todo, qué va.
-Pues cuéntamelo.
-No. Es mejor que te lo cuenten ellos.
Freesia no hizo ninguna pregunta más. Las galerías desembocaban en una vieja plaza que daba paso al barrio industrial. Bordearon las vallas que rodeaban las altas fábricas y en un abrir y cerrar de ojos se hallaban fuera de Norte, en los largos campos medio helados que se extendían más allá de su vista.
Y nadie las había detenido. Ningún problema. Nada. Nada de vigilancia, ni patrullas… Nada. A Freesia todo aquello le olía muy mal.
-No hemos tenido ningún problema.-le dijo a Áloe, que ya había empezado a andar delante de ella, internándose en los caminos de grava que atravesaban los campos.
-No.-dijo ella, dándolo por hecho. Al parecer, aquello no le parecía raro. Pero a Freesia sí.
-Pero debería haber… Policías. No sé. Algo. No por nada estamos encerrados en casa.-la chica lo dijo muy seriamente, pero Áloe se giró, miró a Freesia y sonrió ampliamente, como se le sonríe a un niño pequeño cuando es demasiado inocente para comprender algo.
-Si puedes esperar un poco, te enterarás. Dios, ¡parece que no puedes estar sin hacer preguntas!
Freesia bajó la vista, avergonzada. Sabía que era verdad, pero no podía controlarse. Iba a preguntar cuánto faltaba para llegar, pero se mordió la lengua y siguió andando detrás de su prima.
Dejaron las luces brillantes de Norte muy lejos. Anduvieron y anduvieron, entre vegetación que desaparecía por momentos cuanto más avanzaban.
Ya no aguantaba más.
-Oye Áloe, ¿falta mucho?
Áloe soltó una carcajada.
-¿Lo haces aposta?-luego se puso seria de nuevo.-No, no mucho.
-Pero ya llegamos tarde.
-Esperarán.
-¿Sí?
-Sí.
Volvieron a quedarse en silencio y continuaron su camino. El frío se acentuaba a cada paso que daban y soplaba un viento gélido que hacía castañetear los dientes de Freesia. Tenía los dedos ateridos, y lamentó no haberse acordado de traer los guantes.
-Áloe…
-Oye, ¿cuándo piensas parar?
Freesia se encogió de hombros, pero no se echó atrás.
-Ahora vamos a reunirnos con… Con ellos. Pero, ¿piensas volver después?
Áloe se detuvo por primera vez desde que habían iniciado el camino, y se giró para mirar directamente a Freesia.
-No lo he pensado. Es verdad. Oh, mierda. Qué mal, ¿no? Imagínate: les digo que paso de ellos y me presento de repente con mi prima. Y luego no pretenderé volverme a ir. No.-Áloe se rio nerviosamente.
Freesia no sabía que responder, y algo tendría que decirle a su prima, que la observaba impaciente, aguardando a que Freesia le solucionara la vida.
Y de repente, el móvil de Freesia comenzó a sonar, con aquel horrible tono de llamada que había puesto que imitaba el timbre de los teléfonos tradicionales.
-¿Te has traído el móvil?-exclamó Áloe, atónita. Freesia asintió, sacó el aparato y vio que era Azucena quien llamaba.
Maldición. Se dio cuenta de que se había marchado con Áloe así sin más. Obviamente ya las echaban de menos. Freesia pensó que había sido muy estúpida al no pararse a pensar en ello. Sin embargo, descolgó la llamada.
-¿Hola?
-¡Freesia!-la voz de su prima al otro lado de la línea sonaba estridente y muy alterada.-¿¡Dónde cojones te has metido?!
Freesia tardó un momento antes de responder.
-Esto… Yo… Estoy con Áloe.
-No, si hasta ahí llego.-Freesia se dio cuenta de que Azucena estaba llorando.
-Azucena, ¿ha ocurrido algo?
Silencio. Áloe miró interrogante a Freesia. Por fin, después de unos segundos que se hicieron interminables, Azucena volvió a hablar.
-Dios.-iba a decir algo, pero de pronto algo cayó sus palabras y se oyó un grito ahogado, luego sólo silencio otra vez. Fue entonces Alhelí la que se puso al teléfono, con voz temblorosa y entre sollozos.-Freesia. Es… Iris. Ha muerto.







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