Todo
ocurrió con demasiada rapidez. Freesia
estaba mirando a Áloe en medio del campo, y de pronto se encontraba en
una sala blanca, sentada de cualquier manera sobre una incómoda silla de
plástico.
Estaba
sola. Aún no había llorado. Quizá porque aún no había asimilado lo que
significaban las palabras de Alhelí al otro lado del teléfono.
Muerta.
Habían encontrado el cuerpo de su tía en un callejón de los suburbios, al
parecer, había sufrido un infarto.
No le
habían dicho nada más. La habían conducido a aquella sala aséptica, y había
perdido la cuenta del tiempo que llevaba allí.
Áloe se
había desmayado. Se la habían llevado en camilla y Freesia no la había vuelto a
ver. Tampoco había visto a sus primos, sólo a Alhelí, que parecía bastante
afectada.
Freesia
se recostó como pudo en posición fetal sobre la silla. Había decido que el
mundo se había puesto en su contra. Había visto por televisión muchas películas
en las que al desdichado protagonista no paran de sucederle catástrofes
terribles, unas tras otras, y en la que todo el mundo lloraba todo el
tiempo. Se sentía como si estuviera
protagonizando uno de aquellos filmes. La desgraciada Freesia, que pierde a sus
padres, cuya prima enferma participa en conspiraciones que casi hacen que acabe
quemada junto al chico que le quiere, que sufre horribles pesadillas muy
perturbadoras y cuya tía acaba de morir de un supuesto infarto.
Seguía
sin llorar. Se frotó los ojos para comprobarlo, pero se mantenían secos. Le
extrañó, pues siempre había sido una chica de lágrima fácil. Y sin embargo, se
sentía más triste que nunca. Mucho más triste que cuando se tuvo que marchar
del Jardín de Verano; mucho más triste que cuando se enteró de que su prima
Áloe estaba enferma.
Sin
previo aviso, una puerta que se encontraba en una de las paredes de la
habitación y en la que Freesia no había reparado se abrió, y un chico entró a
todo correr hacia donde ella se encontraba.
Al
principio no pudo reconocerle, su cerebro se encontraba aletargado y tenía la
vista nublada, pero cuando fue capaz de regresar parcialmente a la realidad se
encontró con aquel rostro tan familiar.
-Fresno.-musitó
Freesia, y se sorprendió del tono enfermizo que su voz había adoptado.-¿Dónde
has estado?
Pero el
chico frunció el ceño, y Freesia se dio cuenta de que no era Fresno. Es más, no
se parecía en nada a Fresno.
¿Qué le
estaba pasando?
El chico
que en ese momento se alzaba junto a ella no era demasiado alto, tenía el rostro
parcialmente cubierto por un espeso flequillo cobrizo y se mantenía con la
vista puesta en el suelo. Entonces Freesia lo reconoció, antes de que él
pudiera decir nada.
-Tú eres
Simon.-dijo, casi con cierto asco. ¿Qué narices estaba él haciendo allí?
-Sí.
¿Cómo lo sabes?-preguntó Simon con curiosidad, y Freesia se dio cuenta de que
se había ido de la lengua. Pero llegados a aquel punto, ¿qué importaba ya?
Harta de excusas estúpidas y mentiras acumuladas, confesó.
-Te vi
con Áloe.-Simon asintió con la cabeza, pero parecía no interesarle demasiado,
pues no hizo ninguna pregunta más y cambió de tema enseguida. Parecía estar
reconociendo el terreno.
-Siento
mucho… Lo de tu tía. Debes estar muy afectada.
Freesia
asintió, pero la compasión fingida de aquel chico no le agradaba para nada, y
mucho menos la hacía sentir mejor.
-¿Dónde
estoy?-preguntó de repente. Casi no podía recordar cómo había llegado allí, ni
quién la había llevado. Sólo recordaba el trayecto con Áloe llorosa entre los
brazos de vuelta a casa, y la pequeña reprimenda de una apenada Alhelí cuando
llegaron. A partir de ahí, Freesia fue tomando conciencia de todo lo que le
quedaba después de haber perdido el último elemento que ponía orden en la
situación familiar. El mundo a su alrededor pareció estallar, y se sumió en una
neblina gris que se había disipado, aunque no del todo, cuando había llegado a
la habitación.
¿Qué
podía hacer? ¿Qué iban hacer con ella y sus primas? ¿Qué pasaría con Áloe?
-En el
Ayuntamiento.-dijo Simon con pena, como anunciando que se encontraba con un pie
en el patíbulo.-Al parecer, una psicóloga de turno está entrevistándose con
todos vosotros para evaluar vuestro estado.
A
Freesia aquello le pareció la mayor estupidez que hubiera oído jamás.
-¿Y cómo
mierda quieren que estemos? ¿Cantando y bailando? ¡Se ha muerto nuestra
madre!-gritó, y se dio cuenta de que había dicho “nuestra”. Su madre.
Simon
asintió con rapidez, se asomó a la puerta y comprobó algo en el exterior.
-Escucha.-le
dijo Simon con nerviosismo.-Como me pillen aquí, me matan. Y seguramente a ti
también. Y a Áloe. Tenemos que salir de aquí.
-¿Cómo?
¿De qué estás hablando?
Pero
Simon no parecía querer explicarle nada.
-Es
complicado. Joder, es complicadísimo. Y no hay tiempo. Nos vamos.
-¿A
dónde? ¿Y dónde está Áloe?-Freesia se había agarrado fuertemente a la silla de
plástico, temiendo que el chico la arrastrara contra su voluntad más allá de la
puerta.
-¡Dios,
juro que te lo explicaré, pero ven conmigo!
Freesia sabía
que no podía fiarse de él. No podía confiar en el chico que había hecho que
Áloe quedara involucrada en la estúpida organización súper secreta.
-No me
voy a mover de aquí. No hasta que me digas por qué debería estar asustada.
Simon se
llevó las manos a la cabeza y se restregó las sienes con fuerza.
-Vale.
La cosa es que una guerra está a punto de desencadenarse. Boom. Y todos los que
son como tú acabarán muy mal. A menos de que consigamos sacaros.
¿Una
guerra? El cerebro de Freesia daba vueltas. Todo aquello era una locura. Se
preguntó si no se lo estaría imaginando todo.
-¿Como
yo?-preguntó.-¿Por qué como yo? ¿Qué tengo de especial?
-Joder,
aún no te has dado cuenta. Pues es bastante obvio.
-¡No!
¡No me he dado cuenta! Cuéntamelo, por favor, cuéntamelo y me iré con vosotros.
Simon
pareció pensárselo, y luego asintió con la cabeza.
-La
psicóloga esa. Bueno, no viene exactamente a comprobar vuestro estado
emocional. Eso es una tapadera. Lo hacen siempre… Ella puede detectar a la
gente como tú. Puede saber quién es Poseedor.
-¿Poseedor?
¿Poseedor de qué?
-Pues de
magia. Poderes. Dones. Como quieras llamarlos. Tú eres una Poseedora. A ellos
no les gustan los Poseedores. Fin de la historia. Ven conmigo.
-Pero…
Yo no tengo ningún… ¿Poder? Además, esas cosas no existen, me estás mintiendo.
Y si existieran, ¿cómo sabes tú que yo soy una? Ni siquiera lo sabía yo.
Simon
parecía exasperado.
-Pues
porque tus padres también lo eran. Y eso se hereda.
-¿Cómo
sabes qué eran o dejaban de ser mis padres? ¿De dónde narices te has sacado
todo eso de los Poseedores?
-Mira,
me gustaría demostrártelo, pero no puedo. Y Áloe podría.
-¿Es
ella Poseedora?-exclamó Freesia. Sin darse cuenta, con esa frase parecía que estaba creyendo a
Simon, cuando sus pensamientos iban justo en la dirección contraria.
Simon
asintió con la cabeza.
-Sí. Te lo he dicho antes. Es una historia muy
larga. Ven conmigo. Si no todo acabará muy mal para todos.
-No te
creo, Simon. Entiéndeme…-Freesia no llegó a acabar la frase, pues alguien
irrumpió en la habitación de repente.
Freesia
lo contempló todo a cámara lenta. Los tres hombres que entraron iban armados, y
comenzaron a disparar a diestro y siniestro.
Freesia
pudo ver, milímetro a milímetro, como cada bala cruzaba la habitación en su
dirección, mortalmente rápidas pero a la vez muy lentas. Si no hacía nada,
tanto Simon como ella acabarían en el suelo impoluto de la habitación cubiertos
de sangre.
Freesia
pensó que sería una pena arruinar de esa manera el trabajo a conciencia que
alguien con buena voluntad había hecho con aquel suelo en el que podía contemplar
su reflejo.
Una
verdadera pena.
Así que,
sin saber aún lo que estaba a punto de hacer, alzó las manos en dirección a las
balas, que seguían su ritmo lento, pero que se acercaban segundo a segundo.
Se
concentró. Pensó en sus padres, pensó en sus amigos, en sus primos, en Áloe, en
Fresno, en Iris. Pensó en Zache.
Y de
repente, aquella chica de pelo negro.
“Muy
bien.”, pareció susurrar en su cabeza.
Una
especie de rayo amarillento que ella misma había producido con sus propias
manos fue cobrando forma a su alrededor, hasta convertirse en una especie de
cúpula resplandeciente.
Y fue
entonces cuando todo recobró el ritmo normal, se oyó una fuerte explosión y
Freesia salió disparada hacia detrás, al igual que Simon, los hombres y las
balas. Se golpeó la cabeza con algo duro y todo perdió consistencia a su
alrededor, hasta que el mundo quedó a oscuras.
Cuando
Freesia recobró la conciencia, estaba tumbada sobre una camilla. Su mente parecía incapaz de situarse, y
apenas podía recordar quién era. Tan sólo sentía un dolor intenso en cada
músculo de su cuerpo, como si acabara de cargar con algo realmente pesado.
Intentó levantar la cabeza para intentar descubrir dónde estaba, pero se
sorprendió cuando se dio cuenta de que su cuerpo no respondía, y no pudo ni
despegar los párpados. Sin embargo, se encontraba muy tranquila. Le parecía
estar en el umbral entre el sueño y la realidad, flotando en un limbo en el
que, afortunadamente, todas las cosas horribles que le habían pasado quedaban a
un lado.
Y luego,
bruscamente, despertó de la ensoñación y el dolor se acentuó mucho más, y tuvo que reprimir un gemido de
dolor. Le llegaron entonces las voces de dos personas hablando, y Freesia no
abrió los ojos para poder escuchar lo que decían.
-Sí,
acabo de llamar.-la que acababa de hablar parecía una chica joven, con un tono
de voz agudo.
-¿Cuándo
se irá?-preguntó entonces otra mujer, de edad más avanzada.
-En una
semana. Cuando se haya completado el reconocimiento general y haya realizado
las pruebas.
-Esta
niña va mucho más allá de esas pruebas, señorita Olofsson. No creo que sirvan
para mucho.
-Lo sé.
Y, sin embargo, es el procedimiento habitual. No hay que precipitarse. A lo
mejor luego no es tan poderosa como parece. Ya ha pasado antes. No muchas veces,
pero algunas.
-Eres
muy joven, amiga.-el tono de la mujer mayor, que hasta ese momento había
resultado ser severo, se transformó de repente y pasó a hablarle a su
acompañante con voz suave y tranquilizadora, como si hablara con una niña
pequeña.-Shields quiere llevársela. Cuando se lo hemos comunicado y ha visto la
grabación… Esta chica tiene algo, estoy segura.
Y
entonces fue cuando Freesia se dio cuenta de que hablaban de ella. Y todo lo
sucedido en aquella pequeña habitación limpia y de impoluta blancura acudió a
su mente como una exhalación. Simon y su estúpida teoría de los Poseedores. La
brusca entrada de aquellas personas con armas, y ella…
Joder,
ella había creado un escudo de la nada que les había salvado la vida a los dos.
Sintió
un pinchazo en el estómago y se dio cuenta de que a lo mejor esa estúpida
teoría no iba tan desencaminada después de todo. Y al parecer, según decían
aquellas mujeres, ella había roto todos los esquemas. Shields… Maireen Shields.
Ella… Iba a llevársela.
Y cuando
esto pasó por su cabeza, mucho antes de preguntarse cualquier otra cosa de más
relevancia, se acordó de Fresno, y de si le vería cuando se fuera con aquella
mujer.
Era una
tontería, y apartó la idea al instante. Ella no se iba a ir a ningún sitio.
Tenía muchas cosas que aclarar. Los extraños “poderes”, Simon entrando en su
habitación (¿dónde estaría Simon? Esperó que hubiera sobrevivido.), los hombres
con armas que, sin razón, habían disparado a matar… Quizá el novio de Áloe
tuviera razón, quizá odiaran a los Poseedores.
O quizá
no. Pero ella no sabía nada. Nunca había sabido nada. Y estaba aún más perdida
que antes. ¿Y qué podía hacer, si no mantenerse inmóvil escuchando la
conversación de aquellas dos mujeres que hablaban de ella como si fuera una
heroína de la televisión?
-Mantendremos
informada a Maireen.-le avisó la mujer mayor a la otra, casi como una amenzada.-En
todo momento, ¿de acuerdo?
Freesia
supuso que la mujer había asentido, pues no dijo nada, y ella no quiso
arriesgarse a abrir los ojos.
-¿Y la
otra?-terció Olofsson.-¿La han examinado ya?
-Sí.
Justo estaba con la señorita Callum cuando ha ocurrido el incidente.
-¿Y
bien?
-Pues
nada fuera de lo común. He mirado los resultados, un diecinueve por ciento,
está incluso por debajo de lo normal.
-¿Y qué
van a hacer con ella?
-Pues,
seguramente, podrá seguir con su familia, no creo que se la considere un riesgo
como para tomar medidas más drásticas.
-Pero…
¿Qué pasa si ella sabe que es... así? ¿Qué pasa si sabe cómo utilizar su
energía?
-Nadie
lo sabe, señorita Oloffson-otra vez aquel tono suficiente y con aire de
superioridad.-Y menos con un diecinueve por ciento, y a los dieciséis años. Es
imposible que se haya desarrollado como para haberse manifestado ya.
La chica
pareció creérselo, pues no replicó.
-Sin
embargo.-repuso la mujer.-No nos basamos en una ciencia exacta, en realidad
casi no nos basamos en nada. Este es un ámbito muy extenso, y relativamente
reciente. En treinta años se han realizado muchas pruebas y hallazgos, pero no
los suficientes como para dar cosas por hecho. Tiene que saber, señorita
Oloffson, que todo es posible.
“Todo es
posible”.
-Ya me
lo creo todo, después de lo de esta chica. ¿Cómo se llama?
-Dubois.
Su madre era una cuarenta y su padre un treinta y seis. Números altos, ya lo creo,
pero nada comparable con ella. Ha mirado los resultados, ¿no, señorita
Olofsson?
-Por
supuesto, señora Eluchans.-era la primera vez que pronunciaba el nombre de la
mujer mayor.-Lo he hecho en cuanto me ha llamado. Esta chica… Ha dado ciento
uno por ciento en el primer análisis. Una acumulación de energía, como le he
dicho antes, puede a ver causado todo esto, sin embargo…
-Sin
embargo, lo máximo a lo que ha llegado una acumulación de energía por desuso ha
sido a un setenta y nueve en la primera manifestación, y la persona a la que
aconteció pasaba de los treinta. Ella tiene dieciséis. Pero le vuelvo a decir,
sólo llevamos dos generaciones, tres, como mucho, desde que esto ha venido
desencadenándose.
-Supongo
que Marireen…-pero Oloffson se paró ahí, y luego soltó un gritito.-¡Está
despierta!
Freesia
había cometido la imprudencia de quejarse por el dolor. Una sola vez, y las dos
mujeres se dirigieron hacia ella con mucha rapidez.
Oloffson
tenía, aproximadamente, veinticinco años, era menuda y llevaba el pelo rizado y
oscuro recogido en un moño despeinado. Sonreía ampliamente a Freesia, mostrando
sus enormes dientes blancos. Vestía un uniforme de enfermera de color blanco y
azul, y llevaba entre los brazos una gran cantidad de papeles, dosieres y
carpetas que parecían bastante desordenados.
Eluchans,
como Freesia había adivinado, pasaba ya de los cincuenta y cinco, pero
conservaba algo de la belleza que debía de haber poseído en su juventud. Era
alta y esbelta, y llevaba el pelo suelto teñido de rubio y, como su compañera,
observaba a Freesia como quien observa a un animal interesante fuera de lo
común.
-Hola.-saludó
Oloffson, sin perder la gran sonrisa de oreja a oreja.-Me llamo Gardenia
Oloffson. Soy enfermera y voy a cuidarte durante el tiempo que estés aquí. Y
esta es mi compañera y amiga Abelia Eluchans, es científica y nos ayudará con
algunas pruebas que es necesario realizar.
Freesia
iba a abrir la boca, pero Oloffson siguió hablando.
-¿Eres…?-buscó
entre el caos de papeles que transportaba hasta dar con el deseado.-Freesia,
¿no? Es un nombre muy bonito.
Freesia,
con voz seca, replicó:
-Bueno,
mi bisabuela se llamaba así.
Oloffson
sonrió, comprensiva.
-Está
bien, ahora debes estar bastante confundida. Sabemos que todo esto es nuevo
para ti. La verdad, es bastante nuevo para todo el mundo.
Freesia,
que había escuchado toda la conversación, quizá por el descuido de su joven
enfermera, fingió no saber nada y supuso que le contarían el lado agradable y
suavizado de las cosas.
-Bueno,
pues ven a sentarte, debes estar muy dolorida. Te daré algo de beber y un
comprimido y verás como se pasa enseguida.
Freesia
asintió, consciente de que Oloffson la trataba como si estuviera muy enferma o
fuera un bebé mancha pañales. Sin embargo, con un quejido o dos, dejó que la
mujer le pasara un brazo por los hombros y la condujera a un sofá bastante
cómodo junto a una mesita. Miró a su alrededor, y pudo comprobar que se
encontraba en una habitación de hospital, adornada con algunos cuadros y
plantas y con aquel sofá, para tratar que pareciera un poco menos sobria.
Freesia pensó que por mucho que lo intentaran, nadie podría sentirse a gusto
allí. Estuvo a punto de sonreír tristemente cuando se percató de que, en
aquellos últimos días, había frecuentado bastante el hospital, y en ninguno de
los dos casos las cosas habían ido bien.
Miró a
Oloffson, que parecía muy nerviosa removiendo todos sus documentos, aguardando
a que la enfermera empezara a hablar. Eluchans se había quedado de pie.
-Bueno,
señorita Oloffson.-dijo-Creo que sería apropiado que las dejara a ustedes dos solas
para que fueran conociéndose. Mañana espero que estén listas para la primera
fase de las pruebas. Abajo al mediodía.
La
enfermera asintió, y, dicho esto, Eluchans salió de la habitación sin
despedirse, y cerró la puerta a sus espaldas.
-Bien-dijo
Oloffson, estirándose los bordes de la falda con cierto nerviosismo. Freesia
advirtió que le temblaban las manos.-Lo que ha pasado en la habitación con
aquel chico… ¿Te había ocurrido antes?
Freesia
negó con la cabeza, y la chica se apresuró a sacar una libretita y garabatear
algo con el bolígrafo con el que se sujetaba el pelo, que cayó, liso y largo,
sobre sus hombros. Advirtió que Freesia la contemplaba fijamente y se apresuró
a explicarse.
-Oh, no
es nada. Es necesario que te haga estas preguntas.-Freesia asintió. Por poco
que le agradara, tendría que contestar a aquel interrogatorio si quería que
aquella mujer la dejara en paz.-Vale. Entonces, ¿no habías notado nada,
ningún cambio o acontecimiento extraño?
Freesia
negó con la cabeza, pero algo acudió de pronto a su mente.
-Sí.
Bueno, no creo que se considere algo, no sé…-no sabía explicarlo con palabras,
por lo que se remangó el jersey y le mostró a Oloffson los antebrazos,
cubiertos de cortes que terminaban de cicatrizarse.-Pasó antes de mi
cumpleaños. Estaba enfadada y entonces el espejo de mi habitación se rompió,
sin más. Creo… Creo que fui yo.
La
enfermera volvió a escribir frenéticamente en su libreta. Freesia no sabía si
hacía bien contándoselo. Oloffson era muy amable, pero seguramente querían que
así fuera, para que Freesia se confiara y lo soltara todo. Procuraría ser más
cuidadosa con sus respuestas.
-Bien…-prosiguió
la mujer.
Después
de aproximadamente media hora de preguntas insustanciales sobre la vida de
Freesia, Oloffson anunció que habían terminado, y el dolor que la chica sentía
se había mitigado después de ingerir aquel comprimido naranja que la enfermera
le había ofrecido.
-Supongo
que tendrás muchas preguntas. Adelante. Pregunta. Es tu turno.-Freesia se
sintió entonces con un poco más de seguridad y le alivió saber que algunas de
sus incontables dudas iban a ser medianamente resueltas, pues ya sabía que
Oloffson no le contaría todo, ni mucho menos.
Decidió
empezar por el principio.
-¿Por
qué entraron aquellos hombres en la sala y casi nos matan?-la pregunta pilló un
poco desprevenida a la enfermera, que frunció el ceño pero luego se recompuso y
se irguió.
-Simple
seguridad. Aquel chico te estaba revelando información que tú no debías saber.
Claro, información a medias y conocimientos rudimentarios. Pero él sabía algo.
Estamos investigando cómo lo sabía. De todas maneras, sabemos que pertenece a
esa tal organización de gente desequilibrada emocionalmente que se dedica a
sembrar el caos.-Se calló repentinamente, dándose cuenta de que quizá estaba
hablando demasiado. Cambió de tema inmediatamente.-De todas maneras, fue algo
muy mal organizado. Todo el mundo se volvió loco cuando te vio hablando con ese
chico. Alguien dio la orden… Y doy gracias de que nada malo os pasara. Fue un
gran error, lo siento muchísimo.
Freesia
vio en sus ojos que así era. Decidió creerla, al menos, por el momento, y pasó
a otra cosa.
-Pero
esa información… Me la está contando ahora.
-Ahora,
ahora sabemos que eres… Especial.-Freesia casi suelta una carcajada ante el
eufemismo. “Especial”. Básicamente, ella era una bomba atómica en potencia.-Y
debes saber que la energía que contienes en tu interior es muy poderosa, al
menos si lo demostramos durante las pruebas de esta semana.
Freesia
no preguntó sobre las pruebas, ya lo averiguaría al día siguiente.
-¿De
dónde viene esa energía?
-El caso
es que…-Oloffson se frotó los nudillos, que sudaban.-No lo sabemos. Ciertas
personas han empezado a desarrollar habilidades especiales. Tampoco tengo yo
mucha idea, sólo soy una enfermera. Sin embargo, Eluchans es una experta, se ha
especializado en ello desde que empezó a
trabajar.
-¿Mis
padres también tenían habilidades?
-Sí. Una
de las cosas que hemos averiguado es que las habilidades se transmiten de
padres a hijos. Es la única cosa en la que coinciden todos los casos que hemos
tenido.
Freesia
reflexionó un instante.
-¿Tiene
eso algo de relación con que se fueran a la guerra?
Oloffson
dudó.
-Supongo
que no.-o sabía mentir muy bien, lo que no era muy probable, o tenía tanta idea
como Freesia.-A decir verdad, si te soy sincera, he leído más sobre el tema de
lo que he tenido oportunidad de ver. Eres la primera chica de la que me
encargo.
Freesia
pensó que parecía muy segura cuando hablaba con Eluchans, pero no era así
cuando se trataba de hablar con ella. Sin embargo, se quedó dándole vueltas a
lo que acababa de preguntar.
¿Sus
padres se fueron a la guerra por aquello? Si no, ¿cómo sabían el supuesto
porcentaje de energía que ellos tenían? ¿Se llevaban a los Poseedores a la
guerra para usarlos como armas?
Tenía
sentido. Mucho sentido. Supo que Oloffson se había quedado también pensando en
el tema, pero seguramente porque le habían dicho que así lo hiciera, cambió de
tema.
-Tienes
mucho poder. Cada persona que tiene esta energía solo usa un porcentaje de su totalidad
cuando la utiliza para su determinada habilidad. La mayoría no pasan del cincuenta,
es muy raro, por lo que he leído. Sin embargo, las personas cuya energía no se ha
manifestado a la edad correspondiente suelen acumularla hasta que la liberan con
bastante intensidad. Luego disminuye. Freesia… Tú usaste un ciento uno por ciento
de la supuesta energía que tiene cada individuo. Tú tienes más.
Freesia ya
lo sabía, pero aparentó sorprenderse.
-Si… Si dice
que lleva poco tiempo ocurriendo esto… ¿Cómo saben ustedes todo lo que saben? ¿Cómo
les ha dado tiempo a averiguarlo?
Oloffson
tomó aire.
-Normalmente,
cuando una persona manifiesta sus poderes, no los esconde. Va a buscar ayuda. Nos
dimos cuenta en seguida de que algo raro estaba ocurriendo. Bueno, se dieron cuenta.
Se desarrollaron en seguida gran cantidad de prototipos de pruebas para saber las
personas que poseían la energía sin necesidad de que ésta se manifestara. Se desarrollaron
pruebas para determinar el nivel de la energía. Todo con gran rapidez. Sin embargo…
Aún no hemos sido capaces de determinar la naturaleza de la energía.
Freesia asintió.
Todo aquello no podía ser real. Parecía pertenecer a una novela.
-¿Las habilidades
son distintas según la persona?
-Sí. Para
eso sirven algunas de las pruebas a las que vas a someterte a lo largo de esta semana.
Hay una variedad de habilidades abrumadoras. Hay casos de personas que son capaces
de volar o de levantar grandes pesos, de lanzar fuego, incluso personas que poseen
un súper intelecto.
Freesia hizo
la última pregunta, la más importante de todas.
-Enfermera
Oloffson… ¿qué hacen con las personas cuando se descubre que tienen la energía?
La mujer
se mordió el labio inferior, y se pasó una mano por los oscuros cabellos.
-¿La verdad?
No tengo ni idea. Freesia… Normalmente, ninguno vuelve.